Año 7 / Edición XXIX / Nacionales – Santa Cruz / 12-07-2021 / ISSN 2422-7226
Con intervención del equipo editor del Observador Central
En un juicio bisagra para Salta, el jefe de la Congregación que tuvo sede en Puerto Santa Cruz, donde al menos dos chicos fueron abusados, fue condenado ayer a doce años de cárcel. En octubre, llegará el turno del “padre Felipe”.
Este jueves y por primera vez en la historia de Salta, una provincia donde la Iglesia Católica tiene peso gravitacional, la Justicia condenó a un cura por abuso sexual.
Agustín Rosa Torino, que en 2006 fundó la congregación “Discípulos de Jesús San Juan Bautista”, recibió doce años de prisión efectiva por abusar de una ex monja y dos ex novicios, aunque el hombre de “fe” acumula más de diez acusaciones en la Justicia Canónica, que nunca avanzaron.
La Congregación de Rosa Torino, supo abrir sedes en el extranjero, como México y Chile, pero sobre todo se desparramó por Argentina, llegando a la localidad de Puerto Santa Cruz.
La condena al sacerdote que permanecía con domiciliaria desde 2016, es un mensaje fuerte para el avance de la investigación de este tipo de delitos, en los que la iglesia, tal como lo dijo la fiscal Verónica Simesen, no colabora en absoluto, ni siquiera revelando sus registros.
Pero el fallo no es un cierre para las víctimas, ya que algunas de ellas, incluidos los dos novicios que denunciaron a Rosa Torino, también fueron abusados por otro cura, Nicolás Parma, en la provincia de Santa Cruz. El juicio contra el ex sacerdote Nicolás Parma se realizaría la primera semana de octubre.
Yair G. y Jonatan A. eran dos nenes de familias humildes que habían llegado a la localidad portuaria para convertirse en curas, sin embargo, abandonaron la institución luego de que el “padre Felipe” como se conocía a Parma, los agrediera sexualmente.
Con tres años de diferencia, Tanto Yair como Jonatan viajaron a Salta para denunciar ante Rosa Torino lo que Parma les había hecho, sin embargo, éste les pidió silencio y también abusó de ellos.
En 2018, ambos le contaron a esta periodista que el método de Rosa Torino para tocarlos sin su consentimiento, era advertirles que les haría una revisión genital para descartar que tuvieran “varicocele”.
Los detalles de estos abusos están presentados en los Testimonios para la Doctrina de la Fe, pero la Iglesia nunca les dio una respuesta. Es más, Parma siguió como cura de Puerto Santa Cruz durante algún tiempo y, cuando se fue, el Concejo Deliberante le hizo un homenaje.
Hace tres años, la jueza Ursino procesó a Nicolás Parma, a quien la Iglesia había enviado a la diócesis Vic en España y luego a Tucumán, desde donde vino por la fuerza pública.
Desde entonces espera el juicio detenido. Primero lo hizo en Puerto Santa Cruz, pero lo trasladaron por los constantes reclamos de una parte de la comunidad, ya que la otra apoyaba al ex sacerdote y cree en su inocencia, al punto que habían generado una “vaquita” para pagarle a su abogado, Carlos Muriete, quien murió este año como consecuencia del coronavirus.
Desde entonces se encuentra en Río Gallegos esperando que en el mes de octubre la Cámara del Crimen resuelva su situación, calificada en instrucción como “abuso simple doblemente agravado, abuso gravemente ultrajante y corrupción de menores agravada”.
Para las víctimas, todas varones, romper el silencio no fue nada sencillo, ya que si algo quedó claro, tanto en los testimonios que se escucharon en Salta como los que se radicaron en Santa Cruz, fue que la violencia psicológica ejercida sobre las víctimas la que resultó determinante para que conservaran su mutismo. Tanto Rosa Torino como Parma les decían que Dios hablaba a través suyo.
Fuente: Fuente: Portal de noticias web “La Opinión Austral” – Sara Delgado – 09/07/2021.