Año 7 / Edición XXXV / Internacional / 23-08-2021 / ISSN 2422-7226
Por el equipo editor del Observador Central
El 15 de agosto de 2021, los talibanes vuelven a tomar el poder en Kabul, 20 años después de su derrocamiento. Esta noticia muestra la perspectiva de las mujeres de un país, que lleva cuatro décadas en guerra.
El régimen talibán, implementado por primera vez en la década de 1990, estuvo marcado por su interpretación extrema de la sharia o ley islámica, que incluía ejecuciones públicas, lapidaciones y la prohibición del acceso a la educación y el trabajo para las mujeres. La pérdida de derechos humanos tras la asunción de los talibanes en los 90’ fue a gran escala y con mayor implicancia hacia las mujeres afganas.
Es importante aclarar que existe el Islam, como texto sagrado, la revelación y el mensaje espiritual. Pero también existen las interpretaciones, la jurisprudencia islámica o las leyes “la sharia”. Ese conjunto es el Islam, es decir, existe un Islam institucional y un Islam espiritual. En esos años la sharía en sus formas más feroces se aplicaba en todas partes.
La Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán (RAWA, por su sigla en inglés) había elaborado una lista de 29 prohibiciones a las afganas, que se contemplan en el régimen talibán, para evidenciar que bajo el mismo, entre 1996 y 2001, las mujeres fueron por completo excluidas de la vida pública, y las niñas no podían asistir a la escuela, se prohibieron los entretenimientos y se impusieron castigos brutales a quienes no siguieran sus reglas.
Por ende el regreso del Talibán al poder, este mes, despertó el miedo principalmente en las mujeres, que anticipan un retroceso en sus derechos sociales y económicos ganados en las dos últimas décadas.
Asma Lamrabet titular de la Cátedra de Estudios de Género, apunta a las claves de los feminismos islámicos. Sostiene que existen unos valores universales compartidos, en la base de todos los feminismos: igualdad, dignidad, justicia, emancipación y autonomía.
Según Lamrabet, “cada feminismo debe tener feministas que trabajarán a partir de su contexto determinado ” . Así, defiende el derecho de las mujeres musulmanas de tener su propio feminismo: “Somos feministas del Islam musulmanas, porque hay una discriminación a partir del Islam ” . “Es como el feminismo occidental: no hay un feminismo occidental, porque ¿qué quiere decir occidental? El feminismo español no es el francés, ni el inglés, ni el de Estados Unidos.”
La figura de la “mujer con velo” ha sido usada por los imperios coloniales desde hace varios siglos para asumir un discurso de salvación donde los hombres blancos imperiales asumen un discurso colonial, racista y paternalista de salvación de la mujer colonizada.
Asma Lamrabet sostiene que la prohibición compulsiva del velo o su descripción como símbolo de barbarie es una de las estrategias orientalistas de colonización clásica usadas por los hombres imperiales occidentales hasta nuestros días. La propuesta de muchas feministas islámicas es que esto es un asunto que cada mujer musulmana debe decidir y no que los hombres deban decidir por ellas.
Shirin Ebadi, feminista islámica iraní, premio nobel de derechos humanos, afirmó en cuanto a la ley francesa “contra el velo” que, en Irán quitarse el velo es el reto al poder, pero en Francia es ponérselo porque ningún estado puede reglamentar por decreto estatal cómo se viste una mujer. Reivindicó el derecho de las mujeres a vestirse de acuerdo a su conciencia y decisión autónoma. Por lo cual algunas “feministas islámicas” usan el velo diariamente en el espacio público como parte de una convicción social, espiritual, identitaria y otras lo usan solamente en momentos en que practican sus rezos.
Este tipo de diferencias y debates también lo vemos reproducido en América Latina entre las feministas blancas, mestizas occidentalizadas y las mujeres indígenas cuando las primeras intentan imponer a las segundas sus teorías, formas de vida y estrategias de liberación.
Tras la caída de Kabul, los talibanes han afirmado que las mujeres podrán ejercer sus derechos, lo que incluye la educación y el trabajo, y que los medios de comunicación serán libres e independientes.
Algunas mujeres afganas comienzan a desafiar a los talibanes ante el temor de que vuelvan a imponerse las restricciones vigentes durante su anterior régimen, con protestas públicas para exigir a los insurgentes ser incluidas en el Gobierno que está por formarse o su derecho a seguir trabajando.
”El pueblo, el gobierno y cualquier funcionario que vaya a formar un Estado en el futuro no puede ignorar a las mujeres de Afganistán. No renunciaremos a nuestro derecho a la educación, el derecho al trabajo y nuestro derecho a la participación política y social”, dijo Fariha Esar activista por los derechos de las mujeres.
Referencias: Fundeaorg.es Asma Lamrabet / “ Breves notas acerca del Islam y los Feminismos Islámicos ” Ramón Grosfoguel