Año 7 - Edición semanal - ISSN 2422-7226

La costosa fiesta de la frivolidad

ISSN 2422-7226

Nos encontramos transitando en una era de la inmediatez, de falta de juicio crítico, una época de proliferación del pensamiento vacuo e intrascendente, pero ¿Nos puede afectar en algo la ausencia o superficialidad del pensamiento? Para responder a ese interrogante la Magister en Filosofía Viviana Sargiotto, nos invita a reflexionar a partir del pensamiento filosófico de Hannah Arendt sobre la importancia que asigna la filosofía al pensar reflexivamente para vivir y alcanzar la dignidad humana.

(Año 1 /Edición Nro. 36/ 09 de Marzo 2015/ Provincia de Santa Cruz)

Una característica muy notable de la actualidad es la proliferación del pensamiento vacuo e intrascendente. ¿Nos puede afectar en algo la ausencia o superficialidad del pensamiento? Acaso la frivolidad, el déficit de pensamiento, la escasez de crítica y de capacidad reflexiva, ¿no es una cuestión de cada uno? Para responder a estas preguntas vamos a recurrir a algunos filósofos que ya se preguntaron sobre estas cuestiones:

René Descartes (1596/1650) decía que “el buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo, pues cada uno piensa estar bien provisto de él….por lo que no es cierto que todos se engañen; sino más bien eso atestigua que la capacidad de juzgar bien, y de distinguir lo verdadero de lo falso, que es lo que propiamente se denomina el buen sentido o razón, es naturalmente igual en todos los hombres; y así la diversidad de nuestras opiniones no proviene de que unos sean más razonables que otros, sino solamente de que conducimos nuestros pensamientos por vías diversas y no consideramos las mismas cosas.” (1)

En un sentido tenía razón: todos nos consideramos personas pensantes. Los que NO piensan, o lo hacen de manera errónea o superficial son los otros. La pregunta es: ¿por qué consideramos que son los otros los que no piensan o descalificamos sus pensamientos?

Por diferentes motivos, algunos fundados. Hay quienes demuestran poca reflexión previa a la acción y sus consecuencias; otros, en cambio, argumentan de manera confusa, opaca y terminan enredados en sus propias elucubraciones; por último, están aquellos con los que no tenemos ninguna afinidad conceptual y nos resulta extraño lo que piensan, cómo lo piensan y el lugar desde el cual lo piensan.

Es natural que sea así. Los seres humanos somos diferentes y nuestros pensamientos también los son. Pero, ese no es un problema, sino todo lo contrario. Nuestros pensamientos se enriquecen por la disidencia con los de otros. En todo caso, el problema no es que pensemos diferente sino el valor que le demos al pensar mismo. ¿Por qué esto puede constituir un problema?.

Para Hannah Arendt (1906-1975), gran pensadora del Siglo XX, sí. Calificó al pensar como esencial para vivir e imprescindible para alcanzar la dignidad humana. Sus pensamientos en torno a esta cuestión podemos resumirlos en tres ideas fundamentales:

1. “Las personas que no piensan son como sonámbulas”: Arendt hace esta afirmación en “La vida del espíritu” (2). Por supuesto que usó el término “sonámbulo” en un sentido metafórico. Se refería a las personas que actúan, y al hacerlo afectan a otras, pero su conciencia no tiene control sobre esas acciones. Responden a sus deseos, son acciones tan de encargo como cualquier otra que realice despierto, pero no están sometidas ni han pasado siquiera por un mínimo control del gobierno del yo. Por eso afirma: «una vida sin pensar es muy posible; pero entonces no desarrolla su propio ser, y esto no es sólo un sinsentido, también es muy poco vital. Las personas que no piensan son como sonámbulas.»(3). Cuando una persona piensa, decía Arendt, activa la conciencia, despierta un diálogo interior, con lo cual cobra vida el ser interior que dialoga con nosotros y del que ya no se puede huir.

2. El “buen padre de familia”: otro aspecto que analizó Arendt es qué pensamos, cuáles son nuestras prioridades cuando pensamos, en quiénes pensamos.En 1943, ya exiliada en EE UU, se refirió con palabras muy duras a ese “padre de familia corriente que considera primordial poner a salvo su propia existencia.”(…) “Alguien dispuesto a renunciar a las convicciones, al honor y a la dignidad humana a cambio de una pensión y una existencia segura.” (4)

En la sociedad burguesa, todas las actividades propiamente humanas, el hacer, el pensar y el juzgar se “transforman en actividades de conceptos personalizados”. El burgués sólo piensa en él, en su condición de vida y la de su círculo íntimo de familiares y amigos. Se retira a la vida privada y se dedica con exclusividad a garantizar su bienestar particular, ignorando completamente las cuestiones cívicas, lo público y todo lo que excede a su núcleo íntimo. Es el opuesto exacto del ciudadano. Por todo esto, Arendt considera al burgués “buen padre de familia” responsable de muchos de los males de nuestro tiempo por omisión. Por no preocuparse por el mundo. Por no pensar el mundo común con otros y participar de la vida política, que reivindica a lo largo de toda su obra como la forma de vida más plenamente humana.

3. La banalidad del mal: en el año 1961 Arendt fue enviada por la revista “The New Yorker” para informar acerca del procesamiento de Eichman, un dirigente nacionalsocialista. Al cabo de varios encuentros con el criminal nazi, Arendt llegó a la conclusión de que el mal es un fenómeno superficial, que arrastra sobre todo a los individuos que no se detienen a pensar en sus acciones. Resistimos al mal no quedándonos en la superficie de las cosas, es decir, apartándonos de la vorágine de la vida cotidiana y deteniéndonos a pensar en las cosas que nos rodean. En otras palabras, cuanto más superficial sea una persona, tanto mayores serán las probabilidades de que ceda ante el mal.

En el texto “Eichman en Jerusalen. Un informe sobre la banalidad del mal” (5) dice Arendt: “Me impresionó la manifiesta superficialidad del acusado que hacía imposible vincular la incuestionable maldad de sus actos a ningún nivel más profundo de enraizamiento o motivación. Los actos fueron monstruosos, pero el responsable, al menos el responsable efectivo que estaba siendo juzgado, era totalmente corriente, del montón, ni demoníaco ni monstruoso.(…) Ese hombre del montón es un hombre de la masa, y la principal característica del hombre-masa no es la brutalidad y el atraso, sino su aislamiento y su falta de relaciones sociales. Son personas reducidas a piezas de una maquinaria y, por tanto, susceptible de ser sustituidas por otra similar. Esto llevó a la autora a la conclusión de que «el totalitarismo busca, no la dominación despótica sobre los hombres, sino un sistema en el que los hombres sean superfluos» (6).

A modo de conclusión:

A partir de este somero repaso de las ideas de Arendt podemos concluir que el precio de no pensar, o hacerlo sólo superficialmente, es alto. Es renunciar al festival de la vida, a la plenitud de la existencia y de la libertad.

Pero, además, tiene implicancias para la sociedad y el curso de la historia de la humanidad, porque, tal como dice Arendt, perder la capacidad de pensamiento y juicio crítico no parece un mal que produzca siempre unas consecuencias nefastas. Perder esta capacidad sólo se revela como un mal extremo, atendiendo a sus consecuencias, en circunstancias muy concretas. Mientras no ocurren catástrofes éticas o políticas tal incapacidad puede resultar inocua, pero en situaciones excepcionales aumentan y posibilitan el fuego de la catástrofe (7).

Es decir, cuando peligra nuestro mundo, que también es el de las futuras generaciones, la frivolidad, el déficit de pensamiento, la escasez de crítica y de capacidad reflexiva constituye una auténtica amenaza y un escenario propicio para nuevas destrucciones y ataques a la Humanidad.

El legado de Arendt es sumamente valioso en este sentido. Ella nos advirtió como nadie que el pensamiento y el juicio constituyen un precario pero sumamente valioso remedio frente a la amenaza del totalitarismo, la dominación y la manipulación.

Por Mag. Viviana Sargiotto*

 

*Docente Investigadora. Directora de la Escuela de Educación. Universidad Nacional de la Patagonia Austral. Unidad Académica Caleta Olivia. Mail: vivianabeatrizsargiotto@gmail.com

(1) Descartes, R. (2005) Discurso del método.1ª parte. Alicante,  Editorial Club

Universitario.

(2) Arendt, H. (2002). La vida del espíritu, Barelona, Paidós Ibérica pág. 223

(3) Arendt, H.  opcit

(4) Arendt, H. (2009) Los orígenes del totalitarismo. Madrid, Taurus.

(5) Arendt, H. (2004) Eichman en Jerusalen. Un informe sobre la banalidad del mal.

Barcelona,Editorial Lumen

(6) Cruz, Manuel (2008) introducción en “La condición humana” de Hannah

Arendt.Buenos Aires, Paidós.

(7) Arendt, H. ( 2004) Eichman en Jerusale. Op cit.

Download PDF
Año - Edición -

No hay comentarios

Agregar comentario