La escuela es un invento o construcción humana, la cual reemplaza masivamente a la familia en la educación integral desde el contexto de la Revolución Industrial y Revolución Francesa hasta nuestros días. En el presente artículo se desarrollarán algunas implicancias pedagógicas, sociales y políticas de un movimiento denominada Homeschooling (Escuela en Casa) que se viene expandiendo en varios países y propone que la familia vuelva a ser la encargada de educar a sus hijos/as.
(Año 2 / Edición Nro. 67 / 12 de Octubre de 2015 /Provincia de Santa Cruz)
¿Qué es el “homeschooling”?
El “homeschooling”, o la escuela en casa, consiste en proponer que la familia es el agente de enseñanza más adecuado, en reemplazo del sistema educativo escolar. Este movimiento se hizo popular en la década de los ‘70 y ‘80 en los Estados Unidos desde donde se expandió a Canadá, Reino Unido, más recientemente a España y tímidamente ha comenzado a practicarse en la Argentina.
Parte de sus críticas a la enseñanza escolar encuentra los fundamentos teóricos en pensadores tales como Michel Foucault, el austríaco Ivan Ilich, el estadounidense Paul Goodman, el francés Louis Althusser, entre otros. En gran medida, estos autores coinciden en que la educación escolar tiene como objetivo formar sujetos cuyas características nada tiene que ver con la creatividad y los gustos personales de cada niño o niña. Más bien, teniendo en cuenta que ha nacido en la modernidad ante necesidades de la industrialización, lo que la escuela buscaría por naturaleza sería la reproducción de las relaciones sociales de dominación propias del sistema capitalista. De allí que los promotores del homeschooling sostienen que sería necesario volver al dispositivo[1] de enseñanza anterior a la escuela: la familia.
Desde un punto de vista antropológico, este movimiento alternativo considera al ser humano como un “animal de aprendizaje”, es decir, por naturaleza necesita y es bueno para aprender. Sin embargo, este proceso natural y espontaneo se vería interrumpido cuando intervienen instituciones artificiales que proponen un exceso de gobierno sobre el niño, como por ejemplo sería la escuela.
Si consideramos la dimensión legislativa, la Constitución Nacional de nuestro país establece en su artículo 14 el derecho a enseñar y aprender. Esto se refuerza en la vigente Ley Nacional de Educación 26.206, donde se menciona en el Artículo 6 que el Estado debe garantizar ese derecho constitucional, y la familia es reconocida allí como agente natural y primario que tiene responsabilidad sobre las acciones educativas[2]. Más aún, un antecedente es el artículo 53 del Reglamento Escolar de la Ciudad de Bs. As., donde aparece la figura de “alumno libre”, como aquel que recibe instrucción en su hogar (o en otra institución no reconocida) durante el período de edad escolar; aunque igual debe rendir exámenes ante las escuelas sobre los contenidos del currículo oficial. Con lo cual, si bien el homeschooling sería posible según la normativa vigente en nuestro país, ésta necesita y debe estar regulada por el Estado.
Ahora bien, ¿Cuáles serían las principales ventajas de esta modalidad de enseñanza para el aprendizaje de un niño o niña? ¿Qué dificultades puede encontrar una familia para hacerse cargo de la educación de sus hijos e hijas?
Los pro y los contra
Esta modalidad de enseñanza (al igual que todas las vigentes) tiene sus ventajas y desventajas. Entre las principales ventajas que podemos encontrar a la hora de considerar que la enseñanza esté a cargo de los padres es la cuestión del tiempo. En lugar de la rutinización que propone la escuela, la enseñanza en el hogar permite un manejo de los horarios más flexibles y con más posibilidades de adecuarse a los ritmos del niño/a. Vinculado a lo anterior, encontramos como una segunda ventaja la enseñanza individualizada. Esto quiere decir que el padre o madre que cumple el rol docente no tiene que realizar un seguimiento ni enseñar de la misma manera a treinta estudiantes, sino que puede concentrar toda su atención pedagógica al ritmo de aprendizaje de un solo alumno o alumna, y pensar recursos didácticos en función de los intereses particulares de su hijo o hija; facilitando de esta manera el aprendizaje de los saberes que se pretenda enseñar.
Entre las críticas que podemos encontrar, la más frecuente es sobre la falta de socialización en los niños y niñas. Esta modalidad de enseñanza dificultaría ejercitar el intercambio de opiniones y visiones con personas de edades parecidas que piensen diferente con respecto a un mismo tema. Es decir, tener experiencias desde donde poder aprender valores vinculados a saber escuchar y respetar la diferencia de opiniones y formas de ser culturalmente, tratando de romper con una visión etnocéntrica y sociocéntrica.
Otra de las críticas profundas al homeschooling es con respecto a las dificultades que puede tener una familia para hacerse cargo de una educación integral sobre sus hijos/as. Sabemos que no todas las familias están en igualdad de condiciones para ofrecer el tiempo requerido, ni tampoco el manejo de todos los saberes que se pretendan enseñar en general y de los saberes de la didáctica[3] en particular.
Entonces, ¿Puede ser el homeschooling una alternativa a los problemas que está teniendo la educación escolar hoy en día? ¿Qué lecturas políticas pueden hacerse sobre esta tendencia en la educación de las nuevas generaciones?
¿Volver a los dispositivos del pasado, crear nuevos o resignificar los existentes?
Si hay algo que no cabe duda es que la enseñanza escolar tradicional necesita un gran cambio. Tampoco podemos negar que la familia tiene responsabilidad sobre la educación de sus hijos/as, entre otras cosas, porque lo que el niño aprende de sus padres forma parte de aquellos contenidos y valores más arraigados durante su trayectoria vital y educativa.
Sin embargo, algunas veces los discursos revolucionarios más radicales podrían servir de justificación para la construcción de estrategias neoliberales. Este parecería ser el caso del homeschooling: a partir de los postulados de un anarquista como Ilich y un marxista como Althusser (entre otros), se ha construido un movimiento que pretende volver al pasado y aparece como la salvación de la educación de los niños y jóvenes, defendiéndolos contra la imposición estatal de un modelo educativo que atente contra la libertad (tanto del niño/a en su proceso de aprendizaje, como de los padres para elegir el tipo de educación). Con lo cual, esta “desescolarización” tranquilamente podría ser parte de una estrategia neoliberal más amplia para achicar la presencia del Estado.
Queda claro que en un contexto histórico de profunda desigualdad social, económica y cultural, es imposible universalizar las cualidades y prácticas sociales que propone el homeschooling. La escuela sigue siendo la institución educativa más democrática que tenemos y el Estado es el actor privilegiado con el potencial para combatir las desigualdades en la sociedad.
Nos queda como uno de los tantos desafíos en materia educativa, pensar de qué manera re-organizar la escuela (en términos espaciales y temporales), a fin de que ésta resulte significativa para los estudiantes, si es que pretendemos que toda la sociedad pueda tener acceso y lograr aprendizajes significativos de los saberes que se consideren necesarios para poder construir una sociedad más justa.
Por el Equipo Editor de Observador Central