Año 7 - Edición semanal - ISSN 2422-7226

Cuenca del Golfo San Jorge. “Luces y sombras en más de un siglo de explotación petrolera” 

ISSN 2422-7226

En esta presentación el especialista en Historia Daniel Cabral Marques nos introduce de manera sencilla y precisa a reflexionar acerca de las constantes culturales y sociales que caracterizan a las comunidades petroleras del Sur de Chubut y Norte de Santa Cruz. Diferenciación y segmentación social, inexistencia y debilidad de una elite de poder local, fluctuación del rol de los sindicatos del sector, y el papel del precio internacional del crudo como espada de Damócles sobre las comunidades, son algunas de las constantes que desde el pasado se ciernen sobre el presente de las sociedades de la Cuenca del Golfo San Jorge

 

 (Año 2 / Edición Nro. 79 / 10 de Febrero de 2016 /Provincia de Chubut)

La explotación petrolera iniciada en torno a Comodoro Rivadavia por un equipo perforador de la División de Minas, Hidrología y Geología del Estado Nacional en 1907, y que fuera acompañada desde sus comienzos por inversiones privadas alrededor de la reserva fiscal fue marcando intensamente el devenir de las comunidades organizadas en torno a la denominada Cuenca del Golfo San Jorge.

Desde los primeros años la actividad petrolera, tanto la estatal desplegada por la empresa que desde 1922 se denominó Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) como por las compañías particulares cuyas principales representantes fueron Astra (de capitales argentinos y alemanes), Diadema Argentina (subsidiaria de la anglo-holandesa Royal Dutch Shell) y Comferpet (de capitales británicos) fueron modelando la vida de las comunidades sociolaborales que se organizaban en relación con la extracción, transporte y, en algunos casos, destilación del crudo.

Sin embargo, la propia explotación petrolera, inicialmente localizada en derredor del pueblo de Comodoro Rivadavia fue ampliándose en el transcurso de las décadas sucesivas hasta alcanzar los cañadones y las mesetas del interior del territorio en los cuales se instalaron diferentes “campamentos”, proyectándose más tarde, desde los años 40’ al flanco norte de Santa Cruz. Así, hacia 1950 y a lo largo de la segunda mitad del siglo XX la Cuenca del Golfo San Jorge adquirió su clásica fisonomía con localizaciones petroleras en el eje Comodoro Rivadavia-Sarmiento (en Chubut), pero también en Cañadón Seco, Caleta Olivia, Pico Truncado y Las Heras (en Santa Cruz).

Pero, la historia de la actividad petrolera, sus modos de organización, sus formas de intervención sobre el tejido social, sus particulares relaciones de mercado han generado a lo largo del proceso histórico  luces y sombras sobre estas localizaciones.  Algunos de  esos impactos en forma de rasgos  se han sostenido a lo largo del tiempo y han otorgado una especial complejidad a este mundo sociocultural cuyas particularidades no pueden ser reducidas a las calificaciones estereotipadas que algunos analistas han promovida para su comprensión, al definirlas tales como “sociedades enfermas”[1] (Lino Marcos Budiño, década del 70) o casos de “mal desarrollo”[2] (Maristella Svampa, actualmente). A continuación exploramos sintéticamente algunas de esas características.

 

Comunidades segmentadas: Una frontera sociocultural entre “petroleros” y “no petroleros” 

Una de las consecuencias más visibles de más de un siglo de extracción petrolera en las comunidades locales ha sido la diferenciación del mundo social de sus habitantes entre aquellos que se ligaban directamente a la actividad como obreros, empleados y personal técnico respecto de aquellos otros que se desempeñaban en otros sectores de la vida económica de la región.

En efecto, ya desde la década de 1920 las fuentes históricas nos permiten observar las primeras distorsiones que al interior de la sociedad localizada en torno a Comodoro Rivadavia generaban los beneficios sociolaborales obtenidos por los operarios de la petrolera estatal respecto de la calidad de vida que poseían los habitantes del pueblo y que no formaban parte de la fuerza de trabajo de la empresa. De hecho, ya por entonces la empresa estatal y su población llegaron a contar con una infraestructura y con servicios propios de toda índole, constituyendo una pequeña ciudad en sí misma, que se diferenciaba de las precariedades que vivía por entonces el propio pueblo, y que sólo se reunía algunos puntos de comparación con los establecimientos de las compañías petroleras privadas diseminadas en la zona norte de la actual ciudad.

A lo largo del tiempo esta fractura, terminó expresando conjuntos sociales diferenciados que se sostuvieron históricamente en base a tensiones, conflictos, estigmatizaciones y prejuicios. La propia dinámica impulsada por la empresa petrolera estatal había motorizado en los distintos yacimientos, con énfasis desde los años 20, la construcción de una segregación residencial y urbana que a lo largo del tiempo fue profundizando las diferencias entre “ypefianos” y comunidades locales. Tal segregación cristalizó en una profunda diferenciación entre quienes participaban del colectivo “ypefiano” y los habitantes de las ciudades o los trabajadores de otras empresas generándose una “grieta” que en buena medida conformó dos mundos sociales separados por barreras simbólicas y reales que actuaban modelando las experiencias cotidianas. Los primeros, los “ypefianos” eran percibidos como sujetos factibles de “grandes beneficios” que se expresaron en viviendas, clubes y lugares de recreación, proveedurías, hospitales y centros de salud, escuelas, hoteles sindicales, pasajes subsidiados, entre otras coberturas que estaban explícitamente vedadas para quienes no pertenecían a YPF.

En la década de los noventa, desde la perspectiva de gran parte de quienes no habían participado de la vida sociocomunitaria organizada por YPF la privatización y la licuación de los beneficios sociolaborales de sus operarios vino a representar un acto de igualación de derechos respecto al resto de la población. De hecho, en algunas situaciones locales la movilización de los trabajadores petroleros estatales afectados por la privatización era simbolizada irónicamente por quienes no participaban directamente de dicho proceso como el duelo solitario de las “viudas de Mosconi”.[3]  Esta situación, que se constituyó en un gran factor desmovilizante se hizo visible tanto en muchas de las expresiones públicas como en las conductas individuales y colectivas en localidades tales como Comodoro Rivadavia, Caleta Olivia y Pico Truncado dentro de la Cuenca del Golfo San Jorge pero también fue observable en algunos de los otros yacimientos a lo largo del país.

En los últimos quince años, en la dinámica posterior a la privatización de YPF la segmentación adquirió un nuevo sesgo. Ya no era la diferencia clásica entre “ypefianos” y no “ypefianos”, sino que se reconvertía en una expresión más general en la dicotomía “petroleros” y “no petroleros”. Así, desde el año 2002-2003 con la recuperación y expansión de la actividad extractiva, en toda la Cuenca se observó un progresivo aumento de los niveles salariales de los trabajadores del sector hidrocarburífero que se fue distanciando paulatinamente de los estándares de ingreso de los trabajadores del resto de las actividades económicas de la región.

El proceso de referencia,  fue de la mano del empoderamiento de los sindicatos petroleros, tanto de los Sindicatos de Petróleo y Gas Privado de Chubut  y su homónimo de Santa Cruz como el del personal Jerárquico y Profesional de la Patagonia Austral. Esta coyuntura posicionó a dichos sindicatos en un lugar de privilegio para obtener sucesivas mejoras en sus afiliados profundizando aún más las distancias económicas con los otros representados por otros sindicatos de la región. El alza en el costo de vida de todas las localidades petroleras, en una escala directamente relacionada con el salario petrolero, propició de manera más intensa la brecha entre ambos mundos sociales (petroleros-no petroleros) generando una situación en el que, paradójicamente en comparación con otros contextos socioeconómicos, el nivel de ingresos no se relaciona directamente con los niveles de educación formal, estatus social o linaje familiar de los individuos.

 

Las determinaciones externas como constante y la difícil posibilidad de constituir élites locales

Otra característica distintiva de las comunidades petroleras de la Cuenca del Golfo San Jorge ha sido la dificultad por consolidar posiciones políticas que aseguraran a los grupos dirigentes la autonomía decisional sobre el destino de cada una de las localidades. De hecho, esta característica fue ya evidenciada en estudios sociológicos sobre Comodoro Rivadavia que en la década del 60 planteaban la existencia en la estructura social de la ciudad de una “elite invisible”[4], es decir, de grupos con poder de definición que no estaban presentes en el tejido de la propia comunidad y que se representaban, en gran medida, en las autoridades de las compañías petroleras tanto privadas como estatal.

En todos los casos, las determinaciones sobre el nivel de inversión en el sector con el consiguiente impacto en los puestos de trabajo y en la economía local se tomaban desde directorios situados fuera del contexto territorial de la Cuenca del Golfo San Jorge, sea en la ciudad de Buenos Aires (lugar de establecimiento de la dirección de YPF o de algunas empresas privadas) o en distintas ciudades del exterior del país (lugar de localización de la mayoría de las casas matrices de las compañías privadas de petróleo). En el mejor de las situaciones, en aquellos años, sólo podía observarse la presencia en las localidades petroleras de una “elite pasajera”[5] bajo el formato de gerentes o administradores, muy pocos vinculados desde las redes familiares a las comunidades locales y cuyo nivel de decisión estaba siempre limitado a los cuadros directivos de cada una de sus empresas.

Esta fisonomía social vigente por muchas décadas en las comunidades petroleras de la Cuenca del Golfo San Jorge, no fue alterada en términos significativos durante los últimos años. Sólo puede destacarse que la recuperación de la democracia en 1983 con la plenitud de la vida institucional, situación inédita en nuestras comunidades desde sus respectivas fundaciones, comenzó a avizorar la posibilidad de la constitución de elites dirigentes locales en el marco de la puja política. Sin embargo, tal situación, aún en pleno proceso de desarrollo no pudo enfrentarse a la impronta de las definiciones nacionales que en la década de los 90 propició el achicamiento del estado, la privatización de las empresas públicas y la exacerbación de las leyes del mercado, dejando expuestas nuevamente a las incipientes elites locales al imperio de los grandes grupos económicos ligados a la actividad petrolera que definieron desde cada uno de sus intereses las posibilidades de sustentabilidad de la economía regional de la Cuenca del Golfo San Jorge.

Como  había sido una constante a lo largo de todo el siglo XX, las determinaciones externas bajo el formato de decretos y leyes nacionales o planes de inversión empresarial volvían a imponerse sobre la débil capacidad de autonomía de nuestros propios actores locales. En los últimos años, particularmente desde el año 2003, el reposicionamiento del poder estatal nacional, desde un esquema fuertemente centralista continuó con la tendencia de subalternización de los poderes locales contribuyendo a sostener un estado de cosas en el que las definiciones realizadas desde el exterior de la región bajo el esquema de anuncios presidenciales y gubernamentales o de programas privados de negocios seguían invisivilizando, salvo muy escasas excepciones, la posibilidad de las dirigencias locales por intervenir en su propio destino.

 

Los vaivenes del precio del crudo  como juego de incertidumbre

Finalmente, otra tendencia visible en las comunidades petroleras ha sido aquella que históricamente se ha propiciado por la casi imposibilidad de gobernar el valor del principal recurso extractivo de la Cuenca del Golfo San Jorge: el barril de petróleo crudo. Esta situación estuvo presente en nuestro devenir desde el inicio mismo de la explotación petrolera y tendió a agravarse estructuralmente por las características del tipo de hidrocarburo propio de nuestro subsuelo que siempre tuvo un menor valor de mercado que el de otros yacimientos del país más factibles para su industrialización y destilación. Sin embargo, la presencia de YPF y a través suyo la posibilidad de intervención y regulación del estado Nacional sobre el sector petrolero y de combustibles contribuyeron a atenuar las cíclicas oscilaciones del precio internacional del crudo tanto en sus fases recesivas como en sus fases expansivas.

Sin embargo esta situación cambiaría completamente con la desregulación del mercado petrolero y la privatización-desnacionalización de YPF operadas en la década de los 90 bajo el gobierno justicialista de Carlos Menem. En efecto, al ya grave cuadro social ligado a la desocupación abierta y a la subocupación que desde 1992 instaló en nuestras comunidades la privatización de YPF, se asoció desde 1997 la paulatina depreciación del precio internacional del barril de crudo. De hecho, desde 1997 comenzaron a manifestarse signos de estancamiento en la actividad que había registrado un significativo repunte al inicio de esta etapa con el pleno funcionamiento de los operadores privados.

Las estrategias empresariales de producción, ahora fuera del alcance de los poderes públicos y las fuerzas sociales de la región plantearon en este período condiciones cada vez más selectivas respecto a la fuerza de trabajo de la región. Esta tendencia, se abrió a su coyuntura más crítica a lo largo de 1998 con un precio internacional del crudo que llegó a situarse en un piso de 9 dólares lo que implicó la paralización de equipos y el éxodo de algunas empresas, con el consecuente agravamiento de las tensiones sociales y su explícito direccionamiento hacia el ámbito institucional de los municipios que comenzaron a verse desbordados en su capacidad de respuesta.

La reducción notoria del empleo, la inestabilidad y precariedad laboral extendida y la reducción en las posibilidades de captación de ingresos tornaron, en esta etapa, completamente visibles las consecuencias de la pérdida del eje vertebrador de YPF como factor de integración y cohesión social en los centros urbanos de la región. En este marco, los impactos simbólicos del proceso fueron definiendo un estado de situación en donde a la retracción de la actividad económica, y a la disminución consiguiente de la calidad de vida y a las expectativas de desarrollo de los actores locales, se unió una visión “pesimista” sobre las posibilidades de “despegue” de la región.

Después de afrontar la “doble crisis” expresada en la caída del precio del crudo y el estallido de la economía argentina entre 2001-2002 se inició un proceso de recuperación de la actividad petrolera, otra vez, propiciada por factores externos a la región y al país. Así, los años 2003 y 2004 estuvieron atravesados en toda la Cuenca del Golfo San Jorge por una intensa reactivación sindical promovida por la progresiva recuperación y expansión de la economía regional. El constante aumento del precio internacional del barril de crudo y la consiguiente motorización de la explotación petrolera generó una incidencia en todas las actividades económicas directa o indirectamente relacionadas con el sector hidrocarburífero.

En esos años, la caída del poder adquisitivo de los salarios reales en una tendencia que se había iniciado ya sobre finales de los años 90, el impacto regresivo de la crisis del 2001 y los efectos de la devaluación monetaria del 2002 obligaron a los trabajadores a una constante puja distributiva por recuperar parte del terreno perdido. Esta tendencia expansiva llegó con fuerza hasta el año 2008 en el que este valor internacional superó los 100 dólares alcanzando en algunos momentos los 135 dólares el barril.

En esta coyuntura, los poderes sindicales, las premisas de potenciación del salario petrolero, el mayor ingreso por regalías a los estados provinciales y las retenciones operadas sobre el sector por el gobierno nacional, parecían instalar un horizonte de plenitud en nuestras economías regionales que volvían a ocultar los grandes problemas estructurales vigentes en estas comunidades (diferenciación de colectivos sociales, desigual distribución de la renta petrolera, postergación de las posibilidades de imaginar otros vectores de desarrollo, incapacidad para generar valor agregado a la simple exportación de crudo, entre otros).

Sin embargo, la fase expansiva se continuó con un “amesetamiento” de la actividad después del 2009-2010, asociada también a la progresiva depreciación internacional del crudo cuyas secuelas más traumáticas comenzaron a observarse ya a lo largo del 2014-2015 llegando actualmente a uno de sus momentos más críticos. Así, con el precio internacional en torno a los 30 dólares y con tendencia descendente, otra vez vuelven a potenciarse los fantasmas “catastróficos” de la experiencia del cercano fin de siglo (1997-2002) y los actores sindicales y políticos vuelven a convocarse para atenuar los efectos de la crisis pero sin que se ponga de manifiesto una estrategia de mayor relieve para superar una histórica problemática que como “espada de Damocles” está siempre presente en el destino de nuestras sociedades.

 

Por Magister Daniel Cabral Marques  para Observador Central*   El autor es Docente investigador de la UNPSJB y de la UNPA. Miembro del GEHISO (Grupo de Estudios de Historia Social y del ITET (Instituto de Trabajo, Economía y Territorio), actualmente se encuentra finalizado su doctorado sobre «Las empresas estatales extractivas y la configuración de identidades sociales ligadas al mundo del trabajo en la Patagonia Austral a lo largo del siglo XX: Origen, desarrollo y desarticulación, 1907-1999» (Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Bs. As., UNICEN). dacmarques@yahoo.com.ar
[1] Budiño, Lino Marcos: Comodoro Rivadavia, sociedad enferma. Hernández Editorial. Bs. As. 1971.
[2] Maristella Svampa y Enrique Viale: Maldesarrollo, La Argentina del extractivismo y el despojo,
Katz editores, Buenos Aires, 2014.
[3] Esta fue una de las expresiones utilizadas popularmente para referirse al hecho por parte de los no ypefianos en Comodoro Rivadavia y Caleta Olivia.
[4] Mármora, Lelio: Migración al Sur. Argentinos y chilenos en Comodoro Rivadavia. Ediciones Libera. Bs. As. 1971.
[5] Mármora, Lelio: Ob. cit.

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