¿Por qué mientras crecen los movimientos sociales feministas, las instituciones de prevención y de protección de victimas en mujeres, aumentan exponencialmente las cifras de violencia?. Voces hegemónicas de los discursos que ganan el espacio público tienen respuestas que subordinan cualquier intento de pronunciarse a favor de un análisis que explique las causas profundas de un flagelo endémico en una sociedad autodestructiva de la imagen femenina.
(Año 2 / Edición Nro. 85/ 31 de Octubre de 2016 / Provincia de Santa Cruz)
Como movimiento social y político el feminismo se expresa de diversas formas. Una de las más significativas es aquella que promueve la conciencia de la situación histórica de opresión cultural del hombre sobre la mujer y la reivindicación de los derechos femeninos. Hay casos de feminismo donde el hombre y las diversas expresiones de género, son incorporadas en esta reivindicación histórica y con ello la liberación femenina se vuelve más democrática y se fortalece en lo político.
Otras expresiones también de origen feminista, y que asustan a los hombres, sostienen que el hombre como “macho” es naturalmente violento: “siempre existió… lo que pasa que ahora se conoce más porque se difunde” dicen otras voces de sentido común. En estas miradas, el dolor de la violencia soló puede ser entendida y representada por quienes han sido víctimas “las mujeres se encuentran y el encuentro fortalece, te hermana, te enseña, te aúna” – sentencia una militante del último encuentro nacional de mujeres.
Los hombres no se quedan atrás. Hemos escuchado respuestas machistas tales como “lo que se prohíbe se desea más”, “nunca cagué a palos a una mujer que no se lo merecía”, “si te pones esa pollera es que quieres provocar”. Son distintas formas de expresión que alterna la sorna y la cotidianeidad de vivir según sea la clase social el objeto de la violencia. Existen casos inclusive en que el violento se enmascara en defensor de las víctimas y muchas víctimas disfrutan el síndrome de “Estocolmo”.
Con todo, los indicadores de violencia de género, y específicamente la violencia hacia las mujeres viene en aumento. Cada 30 horas muere una mujer; “es cultural” dicen las mujeres que ven en la violencia masculina, una conducta históricamente naturalizada y que reclama ampliación de más derechos para evitar este flagelo que no para. Hay inclusive criminales que proclaman tan campantes «la maté porque era mía», así no más, como si fuera cosa de sentido común y justo de toda justicia y derecho de propiedad privada, que hace al hombre dueño de la mujer. Pero ninguno, ninguno, ni el más macho de los supermachos tiene la valentía de confesar «la maté por miedo», porque al fin y al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo. (1)
La política no se queda afuera….el cambio de paradigma Político Nacional también mete la cola en la cuestión de la violencia de género. Así las kirchneristas sostienen que se vienen perdiendo derechos alcanzados, mientras las macristas o de cambiemos divulgan que la Ley. 26.485 del año 2009 vinculada al Plan Nacional para la Erradicación de la Violencia contra Mujeres, representará una política integral y en serio en materia de inversión y prevención.
Según informa el gobierno nacional, una inversión de 750 millones de pesos. Se promoverán encuentros nacionales que proponen formación y capacitación. También proponen potencializar las áreas mujer en todo el país y crear observatorios y fortalecer el sistema de estadísticas oficiales. La ley espera fortalecer los hogares de protección integral, conformar una red nacional y hasta piensan colocar tobilleras electrónicas con sistema de geolocalización y aplicación de alerta para los celulares. Entre tantas medidas, también se espera fomentar el micro crédito que a través de la capacitación promocione la libertad femenina para independizarse de quien las pueda llegar a someter.
A su vez, los hombres han entrado en pánico, su psicología se ha comenzado a poner vulnerable ante los hechos trascendentales en que “todo lo que interaccione con una mujer puede terminar mal”. Y pobre las mujeres que son efectivamente expuestas a todo tipo de violencia; o han sido víctima de violencia de género. Sólo ellas saben que muchas no lograran nunca dejar de ser víctimas de sus opresores, cualquiera sea la forma que este tome dentro de su grupo familiar o en sus relaciones sociales inmediatas.
En conclusión hoy militar contra la violencia de género, se ha transformado en un contenido y una forma de hacer política y hasta encontrar sentido de la vida para miles de mujeres que ven en el hombre un enemigo natural. Con todo esto solo queda una consigna que militar “ni una menos” “vivas nos queremos” .
Del Equipo Editor
(1) Galeano Eduardo, La mujer sin miedo.