Parece que fue ayer «…tan breve se va el placer que después de acordado da dolor…” decía el Juglar en el siglo XIII, palabras más, palabras menos, en pleno siglo XXI sus palabras cobran sentido para el ex oficialismo “Kirchnerista” y para el oficialismo de “Cambiemos” en Santa Cruz. Para unos se trata de un pasado que hay que reivindicar y recuperar como proyecto; para los representantes de Cambiemos se trata de saber si el poder nacional se expresará con hechos más que con el palabrerío de “la grieta”.
(Año 2 / Edición 86 / 19-06-2017 / ISSN 2422-7226)
Claro, hoy todos recuerdan que luego de las breves mieles del placer en Capital Federal el sentimiento de culpa sobre lo no hecho por Santa Cruz comienza a hacerse visible. Para unos cuantos, el placer fue el orgullo de tener dos presidentes en el corazón de Buenos Aires dirigiendo el destino del país; para otros, un momento histórico de conquistas de derechos que tendrán proyección más allá de cualquier gobierno; para algunos otros, un ejercicio de contrapoder hegemónico único que estaba condenado a cementarle el camino al pos neoliberalismo.
Un pensador de centro izquierda se preguntó en pleno auge del Kirchnerismo sobre las relaciones entre transparencia y democracia en América Latina en los siguientes términos: ¿Es posible construir democracia con altos niveles de corrupción?… la realidad parece haberle dado una respuesta por la positiva, pues ha quedado demostrado que la memoria social privilegia la tolerancia como valor moral aplicable a los orígenes de la fortuna del ingeniero Macri y al progresismo latinoamericano, incluido el que protagonizó Néstor Kirchner.
Los alcances son universales en el continente y en la república que evidencia situaciones testimoniales que pueden provocar mayor desigualdad entre los desiguales. Uno es el caso del fracaso histórico del sindicalismo genuino tal cual lo conocemos. En Santa Cruz por ejemplo, la estigmatización del sindicalismo docente es coincidente con la construcción de una imagen de descrédito que intenta imponerse desde el Macrismo en la escala nacional y desde el oficialismo de Santa Cruz.
En sintonía fina los argumentos de unos y otros tienen una racionalidad lógica y otra ideológica. Claro, el derrotero docente es cuestionado por su calidad y su actitud sostenida de “paro”. Cuestionamiento legítimo y coincidente con la realidad de una provincia en que la gobernabilidad funciona en piloto automático, por inercia institucional y sin destino cierto. Este secreto a voces encuentra su correlato lógico en la Capital en que el único sindicato con ciertos atributos de contra hegemonía también vive la incertidumbre de final incierto de un líder que vuelve a repetir conductas de flexibilización como herramienta de ajuste del déficit fiscal.
La ausencia de calidad educativa no es incompatible en Santa Cruz con la ausencia de ciudadanía política. Han sido ambas complementarias y pares necesarios en los discursos coyunturales de conflictividad. De hecho, es esperable que ni Estado, ni Gremio construirán como resultado una ciudadanía más cualificada al cierre del ciclo lectivo y del conflicto de este nuevo año. Esto es así pues los contenidos discursivos de las reclamaciones del sindicalismo docente y otros sindicalismos estatales culminaran en sus descalificaciones con sesgos ideológicos cuando la pauta salarial sea cubierta transitoriamente. Es decir, no hay contenido ideológico que supere las declaraciones discursivas, se cuestiona el régimen desde el consumo no desde una concepción del cambio de sistema que produce la desigualad o la falta de calidad educativa para fabricar ciudadanos políticos.
Por Ignacio Guillotín