Año 5 / Edición XIV / Caleta Olivia / 24-05-2020 / ISSN 2422-7226
Los nuevos desafíos de la educación argentina exponen una brecha tecnológica, social y económica que se agranda cada día. Será entonces una obligación replantear nuestro Sistema Educativo.
Por: Hugo Sánchez – Prof. Ciencias de la Educación
La situación sanitaria por la que atraviesa el planeta y de la cual nuestro país no es la excepción, interpela a todos los ordenes de la sociedad a readaptarse a tiempos donde el confinamiento para prevenir el coronavirus también enfrentó a nuestro Sistema Educativo a una nueva realidad compleja por la que estamos viviendo.
Este punto conllevó a plantear desafíos de distintas índoles a cada docente, escuelas y ministerios de educación de las distintas jurisdicciones de Argentina. En este aspecto podría decir que, si bien por un lado esta nueva “cotidianidad” nos propone (involuntariamente) como educadores a generar estrategias didácticas innovadoras para que, en lo cotidiano, no perdamos la relación vincular de la triada pedagógica entre el alumno/a, el conocimiento y nosotros, también deja en evidencias obstáculos y tras pies muy notorios.
En un mundo donde la supremacía de la tecnología nos brinda herramientas y plataformas pedagógicas digitales que logran generar entretenimiento, además del acto educativo en sí, también dejó en evidencia las falencias que tenemos como Sistema Educativo, un sistema educacional en donde la brecha tecnológica, social y económica se agranda en el día a día, las bajas posibilidades de acceso a internet en los hogares de nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes adultos golpean y vulnera fuertemente el derecho a recibir educación de calidad, con las premisas de igualdad y sobre todo de equidad.
Como especialista en educación puedo decir que lamentablemente, el compromiso y la predisposición de cada docente para ejercer su profesión en tiempos de cuarentena no parecen alcanzar ya que un alto porcentaje de estudiantes no tiene ni siquiera sus necesidades básicas satisfechas. En este escenario social del país parece impensado pensar que los aprendizajes que venimos transmitiendo y guiando desde que comenzó esta realidad sanitaria se comienzan a perder y el miedo a la la exclusión de estos sujetos vulnerados por los embates de la pandemia genera preocupación y angustia.
Actualmente escucho a colegas, docentes de todos los niveles mencionar que enseñar en este contexto es una “odisea” debido a factores endógenos y exógenos. Por un lado, algunos de los profesores tampoco tienen acceso a internet en sus casas, son padres y madres con obligaciones propias de administrar sus hogares, cuidar a sus hijos. En palabras de ellos mismos, esta
situación sanitaria obligó a replegarse en sus oficios y dejar muy marcada la desigualdad, la fragilidad de cada escuela pero sin embargo los que los mueve a seguir es la esperanza y la convicción de construir un mundo mejor, más equitativo e igualitario.
La ansiedad que se siente en cada escuela, en cada docente, en cada estudiante es de por si incierta, confusa y se vuelve más fuerte con el correr de los días. Como se sabe, las clases presenciales están aún muy lejos de volver, aunque en el momento que eso ocurra ¿será todo igual?, ¿los recreos serán para compartir sensaciones encontradas de las respuestas que cada chico puso en sus exámenes o simplemente será un formalismo, una tradición arcaica de salir a “recrearse”?.
Sin dudas que esta extraordinaria situación que vivimos con la pandemia que asola al mundo nos replantea a repensar una nueva escuela, un nuevo Sistema Educativo que se brinde para todos y todas, donde la tecnología se ponga al servicio de la equidad y de la igualdad y no sea simplemente un privilegio para pocos y una herramienta de exclusión para otros. Todas nuestras conductas de enseñanza y aprendizaje deberán ser miradas por los distintos gobiernos como algo que no se puede soslayar, nuestro país históricamente tuvo una deuda muy grande con la escuela y con nosotros los docentes, profesores, actores sociales cuya única función es educar, transmitir valores, aprendizajes entendiendo que la educación es la piedra filosofal de una sociedad, de un país para el despegue en su desarrollo, no solo económico, sino también social y educativo.