Año 5 / Edición XXXX / Caleta Olivia / 08-12-2020 / ISSN 2422-7226
Denominada la capital nacional de la fruta, se produce la cereza más austral del mundo. La ciudad ha crecido en habitantes y posibilidades de trabajo, pero no tanto en infraestructura.
Los Antiguos, a 2150 kilómetros de Buenos Aires, en el extremo noroeste de la provincia de Santa Cruz, es una pequeña ciudad que ofrece hermosos paisajes lacustres y montañosos, donde la pesca, el rafting o el kayak, la visita a las huertas de frutas finas o el trecking y la recorrida por cuevas con pinturas rupestres son atractivos interesantes para los turistas, pero también lo es una deliciosa gastronomía.
Dentro de este circuito están los productos regionales de los cuales la cereza es la estrella (entre frutillas, frambuesas y grosellas). Siempre lo fue, pero desde hace unos años, con una modernización de variedades, que permitió afianzarse como la más austral del mundo y una estructura de procesos de primer nivel, la cereza antigüense se ganó un lugar en el mundo.
Desde este pueblo, que según el censo de 2010 tiene 3.300 habitantes (se estima que hoy debe haber ya 5000) se produce entre el 15 y el 20% de la cereza argentina. Por si queda alguna duda de su protagonismo, en la entrada a la ciudad hay una mano gigante que sostiene un racimo de cerezas, y en otro de los circuitos una bandeja repleta de este fruto. De hecho, es la Capital Nacional de la Cereza.
La zona tiene en producción unas 260 hectáreas de las que se obtienen unas 1.100 toneladas de cerezos. “Los Antiguos tiene el clima ideal para producir cereza: muchas horas de frío en el invierno, es un fruto que requiere más de 1000 horas de frío y acá hay 3000, necesita primaveras no muy frías y heladas no tan fuertes, algo que está garantizado por la influencia del lago Buenos Aires que hace de buffer, pero además, es importante que no llueva en la época de cosecha (30 mm promedio de diciembre a febrero, 300 mm en total durante el año) porque el fruto absorbe el agua y como la piel es muy fina revienta, por eso, Los Antiguos es sinónimo de cereza, tenemos una bendición climática”, resumió el productor y asesor Federico Guerendiain, que vive desde 1993 en la ciudad y, además es tesorero de la Cooperativa Frutícola El Oasis, que nuclea a varios productores de la zona.
Cuando llegó, hace casi 30 años, el censo había cuantificado 1600 habitantes. Hoy calculan 200% más a lo que hay que agregar el movimiento de trabajadores golondrina que llegan desde varios puntos del país en el verano.
El 60% de lo que produce la Cooperativa (el récord fue en 2018/19 con 300 toneladas) se exporta, pero nada se descarta. Incorporaron maquinaria para industrializar cerezas con defectos y hacen cerezas al marrasquino para decoraciones, tortas y helados. “Esto nos permitió trabajar todo el año, de enero a marzo con la fruta fresca y de marzo a diciembre con esto, nada se tira”, contó Guerendiaín.
Otro que llegó “de grande” a Los Antiguos (quiero decir que no nació allí), es Alejandro Zimmermann, creador y presidente de Río Alara, una productora, empacadora y exportadora de cerezas que surgió a fines de los 90 y en 2004 abrió otra plantación y planta de proceso en Mendoza, para producir primicia. Cómo él dice “me enamoré de la ciudad y de las posibilidades que había, vi la oportunidad de hacer un emprendimiento y posicionar la zona como referente en cerezas de calidad mundial”. En el caso de Río Alara el 65-70% se exporta, es el objetivo principal de la empresa, y lo que queda para el mercado interno es para fresco o para industrializar.
Evolución productiva
Hace unos años, pensando en lo comercial, hubo que hacer un cambio varietal importante en casi todas las plantaciones de la zona. “Los Antiguos siempre se caracterizó por ser la cosecha más austral del mundo, pero en 2000 salieron al mercado variedades tardías que se empezaron a sembrar en otras regiones y países (por ejemplo, Chile) y cuando llegábamos a los mercados ya estaban inundados con estas otras cerezas, por eso, para seguir manteniéndonos con ese diferencial hicimos una reconversión varietal, pero también se agregó el riego por goteo y el fertirriego, que hizo todo más eficiente”, contó Guerendiaín.
Así, pasaron de 600 plantas por hectárea a 1200 o más, logrando pasar de 5000 a 10.000 kilos por hectárea. Son plantas más chicas y fáciles de manejar reduciendo el riesgo de los cosecheros, pero lo más importante es que se pueden cosechar más tarde.
“Los productores, aún los más chicos de 1 o 2 hectáreas entendieron que hay que hacer un manejo integrado y profesional para no quedarse afuera del negocio”, contó el productor y asesor cooperativo.
En lo que respecta a la postcosecha, en el galpón de empaque también se incorporaron novedades. “Una línea italiana computarizada nos permite clasificar rápida y eficazmente las cerezas por color y calibre, por ende, con la misma gente hoy podemos procesar el doble de kilos que antes”, dijo Guerendiaín. También es importante el empaque con una atmósfera controlada que alarga los días de la fruta ya cosechada y permite llegar a destinos como China en barco (sin necesidad de avión), abaratando los costos y ganando en rentabilidad.
Fernando Manavella, de la Agencia de Extensión Rural Los Antiguos, destacó que “al principio se implantaron variedades de pulpa clara, piel sensible al tacto y difíciles de transportar, por eso, el recambio varietal también buscó cerezas de pulpa oscura y piel firme”.
En el caso de Zimmermann, con la incorporación de Mendoza extendieron la época de cosecha: allá cosechan hasta Navidad. En tanto que desde entonces hasta mediados de febrero cosechan en Los Antiguos.
El gran productor de cerezas del hemisferio sur es Chile, que desembarca en los mercados en contra estación con grandes volúmenes. Por eso, Zimmermann pondera la estrategia de la calidad: “Nosotros no podemos competir con volumen, pero sí con calidad”. Y, de hecho, asegura: “He probado muchas cerezas de varios lugares, soy muy cerecero y te puedo asegurar que la de Los Antiguos es la más rica del mundo, además es casi orgánica, muy sana y especial”.
“La cabeza de los productores cambió, antes era más sui generis, complementaria de otra cosa, pero hoy, para muchos, es el principal ingreso, han invertido y siguen invirtiendo, se dieron cuenta que pueden vivir de esto”, dijo Guerendiaín. Un dato importante pensando en una provincia donde el trabajo público tiene gran peso.
Oportunidades de trabajo
Indefectiblemente, la evolución productiva ha ido cambiando el movimiento de una ciudad/pueblo muy chico. “Es una actividad muy dependiente de la mano de obra, pensá que se cosecha todo a mano y son frutos de 10-12 gramos, para hacer un kilo necesitas 100 cerecitas”, contó Guerendiaín. Y agregó: “Esto favorece que muchos jóvenes de Los Antiguos que durante el invierno están estudiando en otras provincias, hagan una changa en el verano, cuando vienen a visitar a sus familias”.
Algunos se van a la universidad en Comodoro Rivadavia, a 450 km., pero otros se van a Buenos Aires, La Plata o Córdoba, depende de si tienen algún conocido. “Te diría que el 90% de los socios de la Cooperativa son nacidos acá, algunos son ya hijos que venían de chicos con sus padres, y algunos ya tienen sus propias plantaciones”, contó Guerendiaín.
Los cosecheros vienen de Tucumán, Mendoza, Santiago del Estero, etc. “Eso hace que cada campaña se demanden alquileres, se muevan los fletes cortos, las casas de comida, la cereza genera un gran impacto en la ciudad”, relató Guerendiaín.
“La cereza se cosecha en el verano, pero da trabajo todo el año, por lo que genera muchas oportunidades”, coincidió Zimmermann. Y agregó: “Nosotros somos una Pyme que apuesta a generar oportunidades para que la gente se quede, de hecho, cada vez tenemos más gente local que quiere trabajar en la producción de cerezas”.
Lo cierto es que cuando la segunda semana de enero se hace la fiesta nacional de la cereza vienen turistas de todos lados. Calculan que se reciben unos 20.000 visitantes.
“Muchos, en esos días, alquilan su casa o su piecita, venden comida, es un aguinaldo más”, dijo el cooperativista.
Ambientalismo
Como en otras provincias y municipios, los problemas con la aplicación de agroquímicos no tardaron en llegar. En este caso (en otros casos también), producto de una desorganización urbana, un crecimiento sin control de las edificaciones familiares que van “arrinconando” a las chacras en producción.
Manavella marcó un crecimiento de la ciudad descontrolado. “La producción creció muchísimo, incluso con plantas de proceso y empaque del primer mundo, pero fuera del campo y la planta el crecimiento no ha sido al mismo ritmo”, apuntó. A la débil conectividad, le sumó el interconectado eléctrico y un hospital que no tiene quirófano, entre otras cosas.
El tema es que este crecimiento descontrolado se pudo haber evitado. Recién en 2019 se puso en vigencia un Plan de Ordenamiento Urbano Ambiental que estaba desde 2015 para ser discutido y aprobado.
“El plan es muy bueno, pero tardó en ponerse en práctica, y en todo este tiempo se fueron loteando chacras sin control, donde se construyeron viviendas y hoy tenemos un problema con ambientalistas y con la gente que se manifiesta en contra del uso de fitosanitarios”, lamentó Manavella. El asunto llegó incluso a denuncias contra los que estaban aplicando.
Desde el INTA están trabajando con ensayos para cuantificar derivas y asesorando a productores en buenas prácticas. “Vimos que con cortinas no hay deriva fuera del lote y sin cortinas la deriva puede ser de 3-4 metros, pero todo eso lleva tiempo, hay que generar los datos y luego difundirlos, explicarlos, que es la parte más difícil”, apuntó.
Lo que falta y los desafíos Zimmermann destacó algunos cambios desde que llegó a la ciudad hace 20 años: “Se hizo una costanera, se asfaltó, incluso con caminos que llegan a algunas chacras que es importante para que la fruta no vaya a los saltos y pierda calidad, también creció en hotelería e inmobiliaria”.
Entre las cosas que faltan, para los consultados por Clarín Rural, uno de los temas es la infraestructura. “Con la intendencia tenemos muy buena relación (N de la R: el intendente es Guillermo Ramón Mercado, del PJ), pero hay obras que dependen de la provincia como los canales de riego y ahí estamos más complicados, porque hace unos años que no se invierte en eso, tenemos un lago enorme, dos ríos caudalosos y no tenemos agua para regar”, opinó Guerendiaín.
Tampoco hay banda ancha ni fibra óptica, apenas hay 2G y un solo proveedor de internet. “Hoy, con casi todos los trámites digitalizados se nos complica”, lamentó Guerendiaín.
“Yo creo que en la zona hay potencial todavía para poder seguir creciendo, mejorando el manejo y las plantaciones ya existentes, o renovando variedades para aumentar productividad, pero también sumando superficie, no sé, 500-1000 hectáreas, ¿por qué no?”, evaluó Zimmermann.
Pero no es un cultivo sencillo. Tarda 4-5 años en dar los primeros frutos comerciales, pero antes que eso hay que armar las cortinas de álamos, y las mallas cortaviento artificiales, es una inversión importante que no pueden afrontar los productores solos. Se requiere, como en otras producciones regionales de la promoción o ayuda por parte del Estado.
“Todas estas producciones, como la nuestra, son promotoras de trabajo, invitan a los jóvenes a que se queden en sus pueblos y ciudades o, a algunos de los que se van, para que vuelvan”, opinó Zimmermann. Y cerró: “Hay cosas para corregir, no podemos perder una oportunidad de seguir apostando”.
Fuente: El Diario Clarín 06/12/2020 6:50.