Año 5 / Edición XXXX / Caleta Olivia / 06-04-2021 / ISSN 2422-7226
Por Mario Palma Godoy, Mgs. (*)
Las sociedades invierten sus comportamientos “normales” cuando su sistema político y económico colapsa. Las consecuencias de estos quiebres, se escenifica en la anomía vivida y que explica porque personajes marginales suelen ser protagonistas de cacerías de brujas de quienes son elegidos como “chivos expiatorios” para correr el eje del mal de todo un sistema que se descompone.
En tiempos de quiebre sistémico, por ejemplo, se asume como “normal” que algunos descalifiquemos la violencia material y simbólica como “locura” e “irracional”, mientras esta devenida ahora en normal, racional y legítima para quienes la organizan y promueven, suele ser tolerada, celebrada y difícilmente considerada cuestionada y sancionada.
Construir un nuevo orden sistémico, no necesariamente puede ser transformador en una dirección evolutiva de mayor calidad de vida para los seres humanos, también puede ser sinónimo de mayores desigualdades estructurales y de oscuridad prolongada. En función de lo dicho ¿hacia dónde va Chubut?
Quiero centrar la mirada crítica en la propia industria en su gestión del proceso de legitimización de la industria en este territorio argentino. Para ello, sólo referenciare la externalidad como contexto informativo. En tal sentido, quiero comenzar señalando que hay una tendencia dentro de la propia industria minera que no quiere reconocer acerca de cuánto ha contribuido a producir ese contenido cultural (la anomia) y el escenario minero para Chubut.
Hoy, lo que se vive y debate en esta provincia, encuadra en esta caracterización y espera la emergencia de un nuevo orden político y económico con minería metalífera como vector de desarrollo. Un nuevo orden en el que la elaboración simbólica-Ideológica contribuya a salir de de la grieta que en la que parecieran estar atrapados un número importante de quienes se reciclan como intelectuales en el castillo de cristal universitario. Estos que participan de la cacería de brujas y que explican “sin censuras” por qué eligieron a la minería como “chivo expiatorio”.
Pese a lo descrito, paradójicamente será principalmente desde la política, de las formas que asume su democracia y el conocimiento calificado desde donde deberá redimirse un nuevo orden. A mi entender: este juego de intereses y roles dominantes, ocurre ajeno casi totalmente al ciudadano que pasa hambre y no tiene pan, techo, ni salud mínima. Es en este sentido que creo que el enfoque táctico de la industria minera, no supo o no esta pudiendo correrse de la agenda que le impuso la política, los expertos locales (pro mineros) y los extra locales, especialistas en fabricarle conflictos “ambientales” a la industria.
Digo lo anterior, por que pareciera que la racionalidad del “dialogo” minero se focalizó en gran medida en el looby político legislativo y el territorio quedo liberado a acciones de baja eficacia de legitimación simbólica; ahora, ante este escenario de coyuntura, se presume un repliegue temporal que puede llegar a coexistir con una posible iniciativa popular que puede representar un nocaut que pocos parecen advertir para el 23 de mayo del 2021.
Paradójicamente el repliegue que para la minería es de “manotazos” y de sobredosis de teorías justificatorias que no impactan en la matriz simbólica de los “antis”, ni en los viejos aliados de la política que explican en vos baja su repliegue por el nimio temor electoral. Lo que estos últimos no imaginan es que el día después de las elecciones, en Chubut sin industria de metales, la ciudadanía les volverá a reclamar el desarrollo y no la oscuridad medieval.
El déficit de gestión del proceso de legitimizar la actividad, tampoco ha percibido en su dimensión total, las estrategias de abogados vinculados a lobys internacionales “ambientalistas”. Estos bien conocidos que construyen como emblema la memoria del proceso de licencia social del año 2001 y lo proyectan y elastizan en el presente con grupos de choques violentos y que están dispuestos a cargarse inclusive al presidente de la república.
Lamentablemente, la gestión del problema en Chubut, expone a un debate ya viejo que la minería metalífera ha es legitimo sobradamente en la República Argentina. Es cierto que, en el plano simbólico de estas disputas, esta situación es diseñada muy lejos de Chubut, pero actuada aquí en el territorio donde los aparatos comunicacionales tienen alto nivel de impacto en cierta opinión pública y en ciertos círculos donde persiste una tendencia de las ciencias sociales y naturales que observan y actúan con un solo ojo epistemológico. De allí que no es raro que las teorías de extractivismo y del mal desarrollo nunca puedan lograr explicar con sus datos empíricos la perspectiva de los diferentes y desiguales actores territoriales, lo mismo que el porqué le brindan cobertura ideológica el eufemismo biológico que opera a través de los abogados ambientalistas y en las ciencias sociales bizcas.
En fin, tal vez, no estamos advirtiendo que estamos frente a una coalición internacional del capitalismo salvaje y no consciente, que se apropia de los activos ambientales en nombre del medio ambiente y que mueve capitales superiores a la minería y con efectos de enajenación territorial y producción silenciosa de mayores desigualdades para los territorios “marginales”. Estos capitales que si saben el valor del territorio y lo operan de formas en que la minería metalífera no advierte, ni comprende lo que de ellos debe aprender.
En relación con lo anterior es posible explicar porque no les contestamos con fuerza teórica e ideologías a quienes critican el extractivismo salvaje y llaman -en nombre de la ciencia- a cualquier cosa “mega minería”; a éstos que resultan funcionales para quienes se sienten dueños de la ciencias en la universidades, simplemente porque son protegidos por grupos de choques, y activistas especialistas en escraches y/o cualquier técnica de descalificación lejos de las humanidades y de los seres humanos que creemos y actuamos en otra forma de ver y comprender el mundo.
A mi juicio, debemos revisar la dirección estratégica de nuestros cálculos erráticos, temporalidades y prioridad de mapeo de acción e influencia sobres stakeholders. Para ello, debemos asumir en vos alta y sin miedos discrecionales que la industria minera metalífera no tiene nada que esconder y si mucho por dar en una estrategia de país y de buen desarrollo “Alea iacta est”
Hay que decirlo sin miedo, entre los silenciados por los propagadores de la violencia, y los que viven sínicamente del ambientalismo e invisibilizan la diversidad de puntos de vista que existen sobre la minería metalífera, falta la construcción y acción de un sujeto/actor: El Territorio. Ese que lo integran los no visibilizados, la vos de los desocupados, los precarizados y las generaciones de jóvenes excluidos del sistema en descomposición que buscan con urgencia un proyecto de vida, dignidad, pan, techo y ciudadanía que los incluya como sujetos de derechos humanos.
Dentro de este mapa de los excluidos del punto de vista, se nota también la ausencia táctica de la perspectiva del movimiento obrero vinculado a la minería total, lo mismo que la diversidad de movimientos sindicales que como UOCRA, Seguridad y vigilancia, Camioneros y tantos otros, que resultan aliados estratégicos de la industria y que hoy no han sido convocados. A estos que sólo se los piensa desde la academia como victimas subestimadas del capitalismo y sin capacidad de acción colectiva para un buen desarrollo.
En fin, tal vez, no estamos advirtiendo que estamos frente a una coalición internacional del capitalismo salvaje, que se apropia de los activos ambientales en nombre del medio ambiente y que mueve capitales superiores a la minería y con efectos de enajenación territorial y producción silenciosa de mayores desigualdades para los territorios “marginales”.
Quizás, tampoco estemos advirtiendo que las ideologías que critican el extractivismo y llaman -en nombre de la ciencia- a cualquier cosa “mega minería”, y resultan funcionales para quienes se sienten dueños de la ciencias en la universidades, simplemente porque son protegidos por grupos de choques, y activistas especialistas en escraches y/o cualquier técnica de descalificación lejos de las humanidades y de los seres humanos que creemos y actuamos en otra forma de ver y comprender el mundo.
Lamentablemente, a mi juicio, la minería metalífera, no asume su destino manifiesto. Es decir, correrse del lugar de chivo expiatorio en que la han puesto quienes le colocaron como stakeholder y “chivo expiatorio” en una legislatura que ahora se encuentra prisionera de guerra de una racionalidad cortoplacista y sin modelo alternativo de desarrollo.
Quizás, es la hora de dar la batalla simbólica y práctica fuera y dentro del territorio de Chubut; tal vez, es la hora de cambiar la palabra repliegue por una dirección estratégica renovada que incluya de manera efectiva la consulta y participación ciudadana de los desiguales y que no sea de “mentirita”.
(*) Antropólogo. Investigador y docente de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral.