Año 5 / Edición XXXIII / Caleta Olivia / 22-09-2020 / ISSN 2422-7226
Tres investigadoras del CONICET explican por qué las causas de la degradación ambiental en Santa Cruz y Chubut no deberían adjudicarse a las poblaciones de guanaco.
En una reciente publicación en Journal of Applied Ecology se señala a las poblaciones de guanaco como responsables de provocar un desequilibrio entre la cantidad de herbívoros y el forraje disponible en las provincias de Chubut y Santa Cruz. Sin embargo, para Andrea Marino, y Victoria Rodríguez, investigadoras del CONICET en el Instituto Patagónico para el Estudio de los Ecosistemas Continentales (IPEEC, CONICET), y Natalia Schroeder, investigadora del Consejo en el Instituto Argentino de Investigaciones de las Zonas Áridas (IADIZA, CONICET), esta apreciación es errónea y pidieron derecho a réplica.
La revista publicó la respuesta en un artículo titulado “El guanaco como chivo expiatorio del sobrepastoreo por ganado en Patagonia Sur”, en el que las autoras dan cuenta que, por su distribución y comportamiento, no serían estos animales los responsables del estado crítico de degradación de los pastizales ni de la merma en la producción ganadera en Patagonia.
“Si bien es cierto que los ambientes tienen una capacidad de carga, es decir, pueden tolerar una cierta cantidad de animales, para el análisis de la relación entre la cantidad de herbívoros y esa capacidad de carga deben considerarse otros factores presentes en Chubut y Santa Cruz, como la gran cantidad de establecimientos desocupados y las reservas naturales. Estas áreas no tienen ganado y suelen contener las poblaciones de guanaco más abundantes. Si esta enorme extensión territorial es tenida en cuenta en el análisis, el argumento que indica que son las poblaciones de guanaco las que provocan una sobrecarga se desmorona, afirma Rodríguez.
Según se argumenta en la respuesta publicada, en Chubut y Santa Cruz a fines del siglo pasado fueron muchos los productores que abandonaron o cerraron sus campos. Para el año 2015, al menos 30.000 km2 en Chubut y más de 100.000 km2 en Santa Cruz correspondían a establecimientos desocupados. Esta última provincia además tiene 2.764 km2 de estepas en áreas protegidas sin ganado. Si se resta esta enorme porción no ocupada con ganado al total del territorio extra-andino (222.636 km2 en Santa Cruz), se hace evidente lo que argumentan las investigadoras: “que no existe un equilibrio del stock ganadero con el alimento disponible”.
“Es muy importante dejar claro que ni el ganado ni los guanacos están distribuidos homogéneamente. No hay ganado en las reservas y los campos abandonados y, en general, los guanacos están en lugares que el ganado no utiliza o subutiliza. Es decir, guanacos y ganado no acceden por igual al forraje total disponible, como asumen los autores. Teniendo en cuenta este factor y reanalizando la información mostrada en el artículo original, el exceso de ganado en las zonas con producción pecuaria alcanza el 73 por ciento en Santa Cruz y el 28 por ciento en Chubut, en contraposición con la situación de equilibrio planteada. Por lo tanto, estos ambientes están sobrecargados con ovinos, vacunos y caprinos y no resisten esta cantidad de animales”, sostiene Rodríguez.
Historia y biología del guanaco
Según describen las científicas, los guanacos fueron los herbívoros dominantes en los ecosistemas áridos sudamericanos, con una población estimada entre 30 y 50 millones de individuos antes de la colonización europea. Luego de que el ganado ovino fuera introducido masivamente en Patagonia, las poblaciones de guanaco declinaron drásticamente debido a la competencia directa, la degradación del hábitat y la caza excesiva, y las poblaciones supervivientes fueron desplazadas a los ambientes menos utilizados.
“Existe mucha evidencia disponible que describe la exclusión competitiva del guanaco por parte del ganado en zonas y momentos donde el alimento es limitante. Así, el ganado suele ocupar las áreas más productivas y los guanacos son desplazados a hábitats pobres o degradados, campos desocupados, o utilizan áreas que el ganado no es capaz de utilizar, como por ejemplo las zonas alejadas de las aguadas y puestos rurales o las laderas altas. Es decir, ambas especies no compiten por la misma porción de forraje disponible. Esto no implica que en momentos y sitios donde abunda el alimento, por ejemplo en primavera, no puedan observarse guanacos y ganado pastoreando conjuntamente”, explica Marino.
Así, para las científicas, finalmente, desde la introducción de los ovinos a finales del siglo XIX, algunos ambientes con el tiempo se fueron degradando por sobrepastoreo del ganado y dejaron de ser productivos para esta actividad. Los guanacos, en cambio, debido a sus adaptaciones, son capaces de subsistir en estos ambientes donde la oveja, la vaca, o el chivo ya no pueden hacerlo. “Lo que se está viendo, la foto que se observa hoy, es la de un ambiente degradado por una historia de sobrepastoreo ganadero, que en ocasiones es ocupado por guanacos, pero no por esto debe señalarse a los guanacos como responsables de este daño”, señala Marino.
De acuerdo con las investigadoras, cada vez más estudios evidencian que las adaptaciones de los guanacos pueden resultar sumamente ventajosas en un contexto de aprovechamiento de la especie como complemento de una actividad ganadera sustentable o como alternativa productiva en ambientes donde ésta última ha dejado de ser viable. No solo son más eficientes en el uso del forraje y en lidiar con los depredadores, sino que cuentan con mecanismos comportamentales excepcionales entre los herbívoros que redundan en un pastoreo de menor impacto que el de las especies domésticas.
Los guanacos han sido y son aprovechados para la obtención de carne y fibra. Sin embargo, el manejo extractivo y en particular el que se realiza con fines comerciales conlleva riesgos considerables. La situación crítica a la que se llevó a las poblaciones silvestres en el pasado derivó en que en 1997 la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) recomendara la suspensión de la importación de productos de guanacos provenientes de Argentina, habilitando luego únicamente el comercio de fibra obtenida de animales vivos, en un intento de refrenar la sobre-explotación.
A conclusiones erradas, políticas equivocadas
“Quienes trabajamos en ecología sabemos de la necesidad de simplificar nuestros sistemas de estudio para poder entenderlos, poner a prueba ideas y desprender predicciones y recomendaciones. Sin embargo, esta simplificación no debe omitir información básica, relevante para lo que queremos poner a prueba, porque si esto sucede, los resultados serán erróneos”, afirma Schroeder.
Las tres investigadoras coinciden e insisten no solo, en que considerar a las poblaciones de guanaco como las responsables del sobrepastoreo es un error, sino también, en que puede acarrear consecuencias directas a la hora de abordar la problemática de la conservación de los pastizales y sus distintos componentes. La degradación de los pastizales naturales y la desertificación son el problema ambiental de mayor extensión de la Patagonia extra andina, que lleva más de un siglo sin solución y que requiere de urgentes acciones de mitigación. Es por ello que implementar medidas de manejo basadas en diagnósticos errados que omiten información ecológica esencial resultaría en una agudización del problema y en la pérdida de recursos valiosos y escasos.
“Las posturas académicas que asocian al guanaco con la degradación ambiental de la región han sustentado entre 2016 y 2019 modificaciones legislativas que reavivan el riesgo de sobreexplotación de las poblaciones de estos animales, y amenazan las iniciativas basadas en el genuino aprovechamiento sustentable de la especie, como las experiencias de esquila en silvestría que se realizan desde hace más de una década en algunas provincias patagónicas”, argumenta Schroeder.
Para las científicas, el problema no es que se quiera comercializar carne de guanaco, sino el modelo planteado para hacer ese aprovechamiento.
“El uso comercial debe planificarse sobre la idea de, que mantener una determinada cantidad de animales, además de garantizar la sustentabilidad de las poblaciones, garantiza la rentabilidad y la perdurabilidad de la actividad económica que se quiere desarrollar. La reducción injustificada de las densidades poblacionales por debajo de los umbrales necesarios para actividades productivas rentables, la falta de mecanismos que regulen la faena legal dentro de un marco de sustentabilidad, sumada a la incapacidad para controlar la caza ilegal y la falta de consideraciones relativas a los mercados que demandan productos de guanaco, son medidas que se contraponen directamente con la idea de diversificar las actividades productivas de la Patagonia, incorporando al guanaco como un recurso valioso. La inclusión del conocimiento ecológico en el manejo del ganado, y de la fauna silvestre en general, es indispensable para un abordaje apropiado de esta problemática y para desarrollar alternativas económicas sustentables para la diversidad de situaciones socio-ambientales abarcadas por la Patagonia extra-andina”, concluyen.