Año 5 / Edición XV / Caleta Olivia / 28-05-2020 / ISSN 2422-7226
En el día de los Jardines de Infantes y de la Maestra Jardinera, hoy la historia cambió, desde la presencialidad a la lejanía frívola de la virtualidad para sostener las trayectorias escolares.
Por: María Elena Tapia – Prof. Nivel Inicial
Enciendo mi computadora, pero esta vez no escribiré sobre configuraciones didácticas, planillas evaluativas, ni tampoco lo haré en referencia a cronogramas y temarios, esta vez escribiré sobre qué es un Jardín de Infantes inmerso en los tiempos de Pandemia.
Ensayo en mi imaginación, procuro ordenar ese torbellino de ideas que se apropia de mí. Esa erupción de partículas que se ostentan inmóviles e intentan adueñarse del ritmo de esta historia, la que atesora en su interior un Jardín de Infantes, las cientos de miles.
Inmovilizo una postal apresada hace sólo unas semanas en una exigua visita a mi querido Jardín. Paisaje desierto, presumidas e ineludibles ausencias, sigiloso en insondable agonía.
El Jardín de Infantes es antagónico a lo descripto, es “confluencia” de todos los que somos una parte vital de su funcionamiento: docentes, alumnos, familia, personal auxiliar, comunidad en general. El apéndice de cada uno de ellos, esa pócima que mágicamente le da sentido de un modo singular. Allí se conjugan las historias que nos atraviesan y se pactan oscilantemente para perseguir un fin común. En él se cimientan vínculos afectivos sostenidos e indispensables para crear un ambiente de enseñanza y aprendizaje óptimo, sin este el esfuerzo sería infundado.
La educación en primera Infancia promueve en los niños la exploración del ambiente social natural y cultural para adentrarnos en su estudio guiando, acompañando los primeros pasos de ese espíritu aventurero, innato en un niño. Crear mundos paralelos, escenarios insólitos y -en ocasiones- poco recurrentes para despertar el interés, la curiosidad y asombro es misión encomendada. Proyectar las maneras más apropiadas para despertar y potenciar las habilidades del pensamiento guiado hacia la resolución de situaciones de la cotidianeidad es prácticamente un credo. En su esencia se hacen visibles y palpables el mundo lógico matemático, los viajes a mundos fantásticos y posibles promoviendo situaciones de Literatura y escritura dan paso a la alfabetización. En el Jardín de Infantes aprendemos las bases de la convivencia, aprendemos a escucharnos y a escuchar a otros, a respetar las diferencias y a nutrirnos de la diversidad desarrollándonos en un clima de armonía.
Las aristas de las funciones que acobija un Jardín de Infantes a través de sus actores son múltiples, ya que no sólo se alude a los procesos antes mencionados, sino que se convierte en la acogida de miles de historias. Es ineludible amparo para los menos favorecidos ya que descubren en éste un lugar para ser mirados, oídos y aunque suene extremo “sentirse amados”. Es la mirada y la escucha que día a día se prepara para percibir las historias más disparatadas, nacimientos, cumpleaños, visitas, viajes y paseos, como así también esas que con el transcurso del tiempo nos han preparado para endurecer el carácter, para sostener las emociones cuando nuestros oídos perciben aquellas historias que son las que menos quisiéramos escuchar.
Es la postura frágil que se amolda al salto de algarabía de los extrovertidos, el rostro que recepciona esos besos que son el sello del vínculo afectivo que hemos construido. El estrujón de esos abrazos eternos que resultan tan necesarios en diversos tiempos.
Hoy esta historia ha cambiado, podríamos extendernos en las formas que hemos promovido para posicionarnos desde la presencialidad a la lejanía frívola de la virtualidad para sostener las trayectorias escolares. Los grandes logros obtenidos con la voluntad y predisposición de cientos de colegas para sostener las trayectorias escolares e incluir en nuestra cotidianeidad el vocablo de las plataformas virtuales y las herramientas digitales, sin embargo, el desafío mayor se centraliza en lo que describíamos anteriormente en sostener a la distancia los “Vínculos” tan necesarios para nuestros niños, porque tenemos la certeza de que nos necesitamos, porque somos la reciproca razón de ser del jardín.
Por ello, en este día tan especial 28 de Mayo “Día de los Jardines de Infantes y de la Maestra Jardinera” quiero hacer extensiva mi salutación a mis colegas, por la gran labor que desarrollan de manera diaria, realizando llamadas telefónicas, videollamadas, zoom, creando recursos visuales con su imagen y su voz, abriendo las puertas de sus hogares en un trabajo colaborativo con cada uno de los miembros de sus familias para poder así sostener y fortalecer esos “Vínculos” inquebrantables a pesar de las distancias para garantizar las trayectorias escolares de nuestros alumnos. A ellas mi gran admiración.
¡Y a todos los que formamos parte del Jardín no olviden que los estamos esperando!