(Año 4/ Santa Cruz/11-11-2019/ ISSN 2422-7226)
En el año 2015 la coincidencia de pensamientos dentro del sector minero argentino señalaba que se avecinaban tiempos de un nuevo despegue sectorial tras el amesetamiento que se registraba en el país desde 2013 en adelante, con la desaceleración de la inversión en exploración y la falta de capitales para poner en marcha yacimientos mineros metalíferos.
Mauricio Macri, quien había sido electo presidente recientemente, aparecía como el “paladín” del sector al comenzar su gestión con el retiro de las retenciones impuestas por el ex presidente Néstor Kirchner en diciembre de 2007. Asimismo, sumó a su equipo de gobierno a un geólogo de preferencia empresarial, como fue Daniel Meilán, a los efectos de consolidar ese despegue sectorial, que hoy sabemos que nunca superó el carreteo.
Antes de que asumiera su mandato, lo primero que hizo la familia del presidente, fue arreglar en una mesa de bufet un pleito que el grupo empresario sanguíneo mantenía con una empresa minera, la cual se había contraído como consecuencias de deudas de la compañía extractiva por insumos de energía. Esto sucedió antes del 10 de diciembre y, como premio consuelo, uno de los letrados participantes de este “arreglo” supo instalarse como subsecretario. Buen final para una solución “exprés” no oficial.
Después de un enero lleno de grandes expectativas, todo quedó en amagues. Las insinuaciones fueron meras intenciones. Una larga lista de simulacros festivos que despertaban excitaciones sorprendentes tales como los anuncios de Marcelo Álvarez (ex presidente de la CAEM) que instalaba en mayo del año 2016 el incumplido mensaje empresarial, “20-20”. Un anuncio delirante e infundado que hablaba de 20 mil millones de dólares de inversión desde ese año hasta el 2020, año que ya casi está entre nosotros.
Aquí no sólo hubo un gran error de cálculo o de certeza, eran si 20 mil millones! pero de pesos, los que se debían aplicar en su mayoría a la industria del litio en el NOA. Pese a ello, todo siempre quedó muy lejos del número anunciado; pero sí muy cerca, casi montado arriba del ridículo y de un discurso estafador.
Aquella declamación rimbombante, como si fuera poco, se anunciaba con bombos y platillos, aplaudido por funcionarios y profesionales del sector que se habían dado cita en los salones de Parque Norte. Es cierto, en los aplausos hubo gente que se había retirado del recinto para no ser parte de esa “farsa”, y sus nombres quedarán para los que salieron “a fumar”, para no humearse con los discursos preparados por los partidarios de los globitos de colores. Un humillante fiasco.
Como se notará, no sólo el gobierno macrista contribuyó a la devaluación de esta industria, hubo más personajes enlistados.
La llegada de Meilán a la Secretaría de Minería en su tercer abordaje – recordemos que debutó con Carlos Menem, retornó con Adolfo Rodríguez Saa y volvió con Macri – no supo reeditar los laureles obtenidos en la década de los años noventa.
Arribó a los despachos de la avenida Roca con ganas de reinstalar la “previsibilidad y la seguridad jurídica perdida en la era kirchnerista”, acertó con la recapitulación del Consejo Federal de Minería, el resucitado COFEMIN, que fuera vapuleado por el “impresentable” de Jorge Mayoral, su antecesor. Y no hubo nada más.
Lo que comenzó no pudo terminarlo. Se encontró con una realidad que lo superó ampliamente. Intentó poner racionalidad a las políticas de Estado, pero las exigencias de la industria no contrastaban con lo que pretendía.
Pese a adjudicarse el quite de las retenciones mineras, las empresas no le respondieron como él esperaba y jamás acompañaron en los hechos las intenciones de modificar normativas y modos, mediante la implantación del proyecto del Nuevo Acuerdo Federal Minero. Un documento que había fracasado antes de dejar plasmada su letra en el borrador final. “No fuimos consultados” esgrimían las empresas. “No es el tiempo de estas iniciativas, hay otras prioridades” expresaban otras instituciones representativas. Lo cierto es que había más desacuerdos que encuentros. Todo quedó en buenas intenciones. La realidad fue contundente ante las innovaciones de quienes creen que se las saben todas o de los iluminados de turno.
Se fue Meilán, que solo dejó una súper estructura burocrática que incluyó a un ex gobernador peronista como asesor. Un verdadero despilfarro. Agigantada ante la herencia de nuevos cargos de dirección que jamás se justificaron, y desde que se fue en julio de 2018, sus titulares no hicieron nada.
Como si fuera poco, de la mano de un funcionario de la Jefatura de Gobierno, trajeron a una profesional de Salta relacionada con Lilita Carrió. Cambiaban el perfil. Despedían del gobierno a un erudito en minería y traían a una experta en residuos.
Aquí Macri sellaba el destino de la industria minería nacional. Para colmo de males, instalaron como subsecretario de Minería a Mariano Lamothe, socio del ministro Dante Sica en la consultora “Abeceb”. Una empresa que siempre tuvo relación con algunas compañías mineras y con la CAEM. No le importó al gobernante de turno que se sumara al gobierno un empleado indirecto de las extractivas. No repararon en asuntos que deberían contemplar lecturas de ética e incompatibilidad, ni en cuestiones más ligadas a lo moral, o de explicar su viabilidad de ser compatible.
Entonces, ¿qué se puede decir de la gestión de Carolina Sánchez como Secretaria de Minería de la Nación? Nada, absolutamente nada. Ocupó el cargo en forma intrascendente, inocua y con vocación turística por excelencia.
Arribó al cargo para no producir hechos ni a favor ni en contra. La pasividad se basó en discursos fútiles a tono con el perfil macrista. Nuevamente una estafa moral de los gobernantes. Antes por tener un funcionario amoral, ahora por infecundo.
No obstante, gestionó reducir personal que fuera nombrado por su antecesor. Conservó a Julio Ríos Gómez como presidente del Servicio Geológico Argentino, SEGEMAR, a cambio de que el ex brabucón de la actividad privada, entregara a sus cuatro colabores directos. Algo que logró para que ingresara en escena un amigo de Dante Sica, y así manejar el “prestigioso” y “atractivo” presupuesto que posee el ente oficial de investigación. El arribista de turno, un tal Leandro Roca, en su primera decisión nombró 11 nuevos funcionarios para reemplazar a los despedidos, Carlos Cuburu, Pablo Boyanoski, y Fabio Casarín, entre otros.
No obstante, con un servicio “All Inclusive”, “Caro” y parte de su equipo se dedicaron a viajar por el mundo. El derroche fue sin precedentes. Por citar un ejemplo, en el octavo piso de Roca 651 se menciona que en su último viaje a Inglaterra, que se realizó a sabiendas de que su fecha de vencimiento en el cargo era inminente, la secretaria tomó clases sobre cómo manejar el Estado, quitándoles de esa manera, a técnicos de carrera que se capacitaran.
A esto, hay que sumar que Lamothe jamás obvió dejar en claro cuál era su pertenencia filosófica y existencial. En diversos lugares donde expuso, despertaba el rumor entre los presentes cuando omitía disimular que las filminas que utilizaba de apoyo discursivo poseían en algunos casos “fuente Abeceb”. Un detalle para situarnos en el tipo de gestión que posee la minería oficial en los últimos meses. Mientras paralelamente, la consultora a la que perteneció y se lo relaciona organizaba y emitía informes sectoriales sin ningún tipo de resguardo. Más de lo mismo.
Actualmente, ante el inminente fin del trayecto para el periplo Macri, es bueno recordar que los mismos que aplaudieron el retiro de las retenciones mineras, fueron los que aplaudieron cuando las reinstaló, aún cuando hubo empresas mineras que trinaron por este “detalle” que expresó un comunicado oficial de la CAEM.
“Cosas que pasan”, diría el Pampa José Larralde.
Como siempre, más en estos cuatro años de suplicio, fueron los ejecutivos mineros que representan a empresas extranjeras y locales, los que sostuvieron las perspectivas de desarrollo minero en Argentina para seguir arrimando oportunidades.
Por otro lado, se encontraban los trabajadores mineros que sorteaban si les tocaba quedarse o no sin trabajo, (AOMA reconoció que el último año fueron más de 2.000 obreros en forma directa al sumar Casposo, Alumbrera, Loma Negra y Lomada de Leiva, entre otras). A los que se le suman miles de pymes que redujeron sustancialmente la provisión de servicios e insumos a la actividad y a los profesionales que redujeron asesorías y nuevas oportunidades.
Si la minería supo sobrevivir a Mauricio Macri, no deja de ser un augurio de solidez. Una manera de poder renovar optimismo recurriendo al razonamiento simple que busca aliviar frustraciones.
Macri significó frustración para muchos. Para alivio, ahora llega un tiempo con renovación de expectativas ya que el próximo mes llega un nuevo gobierno, que en su campaña electoral tuvo a la industria minera presente.
Hacía tiempo que este sector no encontraba un punto de unión conceptual que pueda ayudar a ratificar optimismo por épocas favorables.
Alberto Fernández, el electo presidente, dijo sin tapujos que desarrollará la minería (y para ello necesita sus dólares no especulativos); desde el gremio de los trabajadores mineros ratificaron que apoyan y asumen un compromiso con el nuevo gobierno. Por último, deben ser resaltadas las confesiones de Alberto Carlocchia, flamante presidente de la CAEM, quien reconoció previo al 27 de octubre, que a la minería “no le fue mal con los gobiernos peronistas”.
Quizás, sólo quizás, si se aprende que desde los personalismos mesiánicos es imposible construir. Si logramos que los especialistas en residuos se ocupen de ese problema específico y no de esta actividad; si entendemos que la transparencia debe ser una concreción y no una exclamación, para así evitar que se confundan los roles de Estado, asesores y funcionarios (caso Abeceb) y si se deja de lado a los representantes empresarios que sólo piensan en sí mismo, quizás, haya llegado la hora de desarrollar la minería.
Por suerte, quienes quieren enrolarse en estas filas de optimismo y acción dentro de la industria, son mayoría.
Claudio Agustín Gutiérrez
Director Periodístico de Prensa GeoMinera