(Año 4/Mendoza /30-12-2019/ISSN 2422-7226)
La miopía de la clase política mendocina mostró la inconsistencia y falta de criterio que poseen a la hora de definir políticas de Estado. Los proyectos Agua Rica, Navidad y Calcatreu sufrirían efectos colaterales. La industria, desde los empleados ejecutivos de las empresas, deberán hacer ajustes para darse cuenta donde están parados ante la sociedad.
Los efectos colaterales de los sucesos experimentados en Mendoza tendrán dos víctimas directas: los proyectos de Agua Rica en Catamarca, Calcatreu en Río Negro y una que seguirá en stand by como hace casi diecisiete años: Navidad en Chubut. A esta alturas solo gozan de buena salud social las provincias mineras como Santa Cruz, San Juan y Jujuy.
La marcha y contramarcha de leyes en la eunuca provincia de Mendoza no sólo afectó a las pretensiones de los empresarios mineros locales, el microclima derramó el efecto contagio para todo el país. Salvo excepciones, como San Juan y Santa Cruz, en las otras provincias los movimientos anti mineros tomaron un renovado oxígeno y salieron a expresar sus fundamentalismos extremos en cuanta plaza los albergó para hacer conocer sus posturas. Eso se experimentó en Jujuy, Catamarca, La Rioja y Chubut, por citar algunas, donde hubo quienes testimoniaron su oposición al desarrollo minero.
Previamente a los sucesos en Mendoza, nadie imaginaba el anacrónico final de quienes por mayoría abrieron la puerta para permitir la llegada de capitales de inversión a mediano plazo. No hubo encuestas ni estudios de base que previeran la discordia social si se avanzaba con la modificación de la doce añera ley provincial 7.722.
Lo que se especulaba acerca de que la cordura, la racionalidad y la estrategia para permitir el desarrollo de la actividad minera a gran escala sería una bisagra histórica, se equivocaron fulero.
Cuando todo hacía prever que se plasmaban en la realidad los dichos de la campaña electoral y que la ampliación del perfil productivo era una realidad para combatir la falta de industrias y oportunidades, la presión social embistió la decisión de senadores y diputados provinciales y la hizo trisas.
Pero eso no quedó allí, al descontento social se le sumaron una de las mismas fuerzas que dio quórum y votos, el opositor Partido Justicialista Mendocino. En forma descarada e hipócrita los peronistas de esta jurisdicción cuyana no bancaron la parada del mismísimo presidente y le sacaron el apoyo.
Por eso no fue sólo la decisión del gobernador Rodolfo Suárez de no instrumentar la nueva ley. El partido del presidente se dio vuelta. Ante la presión de los antimineros se plegaron a la ofensiva y quedaron peor que antes, pensando que, al desandar los votos que habían dado para reformar la ley del escándalo, serían reivindicados. No fue así. Traicionaron a sus votantes, al presidente Alberto Fernández y a su partido.
Se equivocaron de “pe a pa”. Actuaron como si estuvieran en un reality show donde vale todo, y se exhibe hipocresía, falsedades, vedetismos y narcisismos. Pero la realidad era otra. Se sumaron a las inconsistencias de los que se oponen a la industria y sólo contribuyeron a la confusión general.
Los antimineros que se oponen a la industria minera a gran escala gozan de las ventajas maravillosas que les otorgan los metales que ellos se oponen extraer.
Quienes se muestran contrarios a la extracción de materias primas para constituir metales de uso común se exhiben con costosos celulares, utilizan modernas computadoras y viven en casas de material.
Aquí se puede observar que utilizan argumentos falaces, por ignorancia o ideología, privando de esa manera a otros de saber que, cuando se ponen a la extracción de minerales como hierro, cobre, plata, zinc, indio, plomo, uranio, etcétera, no sólo niegan la puesta en marcha de los recursos naturales existentes en nuestro suelo. Niegan la construcción de autos, aviones, ferrocarriles, ómnibus, carreteras, puertos, viaductos o poliductos.
La postura de prohibir la extracción de minerales puede condenar aun más a pueblos subdesarrollados a no alcanzar niveles de calidad de vida a los que sí pueden obtener con el uso racional de sus recursos.
Quienes desean el aprovechamiento integral de los minerales en las conformaciones geológicas de un país no son enemigos. Son seres humanos que desde el estudio alcanzado en nuestras universidades nacionales contribuyen a captar inversores para poner ese metal enterrado en un bien para la generación genuina de riquezas, fuentes de trabajo y movimiento legítimo de la economía de las diferentes provincias que poseen minería.
Es cierto que existen coincidencias entre los pro y contra sobre la industria minera. Los antimineros poseen un discurso que involucra a todos. Nadie desea la contaminación del medio ambiente. Todos los integrantes de la industria minera nacional concuerdan en que el agua vale más que el oro. Nadie se opone al rol contralor de un Estado presente y sólido, por el contrario. Además, las leyes pro mineras que se cuestionan pueden ser modificadas. Si existe coincidencia en que éstas normativas son sólo favorables para las empresas mineras, deberían modificarlas de la misma forma que la constituyó en legales el Congreso de la Nación. Nada lo impide.
Otro dato que debe servir, para que se queden tranquilos los que se oponen, vale aclarar que, el famoso lobby minero, no existe. Sólo coexiste un negocio minero multimillonario pero que no se encuentra en el país, que está diseminado en el mundo, y es de los accionistas de estas empresas. Las empresas son muy débiles socialmente y saben, los criollos incluidos, que la mala prensa y la oposición social les producen millonarias pérdidas en las bolsas donde cotizan. Son gigantes con pies de barro, que solo poseen abultadas billeteras.
Si hay quienes insisten en el famoso lobby observen que sucede en Chubut desde 2003, en Córdoba, Mendoza o San Luis, por citar algunas jurisdicciones. En el mismísimo proyecto Agua Rica, la movilización social lo puso inviable en febrero del año 2011.
Si bien es cierto que la inmensa movilización experimentada en Mendoza, fue contra una ley que supuestamente favorecía a la industria, bien vale sentenciar que aquí hubo grandes perdedores como: la política provincial; los componentes de la explotación y producción minera; la política nacional y el país con la provincia.
La política provincial improvisada sin ninguna perspectiva de mediano y largo plazo mostró la carencia de poseer sólidos lineamientos. Está claro que no existen diferencias de colores partidarios. Están todos atrapados dentro de la misma bolsa de ineptitud, incapacidad e improvisación. Quedó demostrado que las ideas son buenas si solo poseen consensos para su concreción. Y que la falta de identidad puede ocasionar la mutación instantánea para cambiar de posturas.
En cambio los denominados “empresarios mineros” deben darse cuenta que nadie hará el trabajo de concientización y transparencia que necesita la actividad si aguardan que el negocio prospere deberán recurrir a otros ejes de acercamiento. Da la sensación, que de una vez por todas, deberán concientizar para que la sociedad comprenda la transcendencia de una industria; y a esto acoplar a su prédica e imagen trasparencia para que el soberano sienta y perciba credibilidad.
Los ejecutivos, que son empleados jerárquicos que representan a los inversores, continúan perdidos en la nebulosa. Se extraviaron allá por marzo de 2003 cuando el pueblo de Esquel le dijo “no a la mina” y aún siguen tan desorientados como en ese entonces.
Sucede que ahora no es una simple comarca andina la que les dice que no. Se fueron sumando luego siete provincias, o localidades como Andalgalá en Catamarca o Famatina en La Rioja. Con la triste conclusión de que no aprendieron, aún peor, insisten en seguir por ese camino.
Lamentablemente el desarrollo minero surgió cuando encontraron licencia política y con ella las inversiones permitieron que la incidencia económica les diera otro impulso a las economías regionales. Hubo aciertos en las políticas mineras en San Juan, Santa Cruz, Catamarca y Jujuy. Luego del impulso que lograron impregnarles hombres como Néstor Kirchner en Santa Cruz; Alfredo Catillo en Catamarca; José Luis Gioja en San Juan o Gerardo Morales en Jujuy, en estas provincias se logró consolidar la extracción de metales y exhiben importantes logros.
Las empresas que supieron consolidarse bajo este primer paragua obtuvieron la licencia de las comunidades. Algo que se debe practicar y renovar a diario y no es encuadrada en la Responsabilidad Social Empresaria como conciben algunos personajes del sector. La licencia social es algo dinámico, permanente y que se relaciona con la sustentabilidad y el ser sustentables.
Existen en el país ejecutivos mineros que deben permitirse profundizar los nuevos paradigmas que plantea la sociedad. Darse cuenta que no alcanza, ni sirven, simples y simpáticos postulados. Hay que emprender acciones concretas. Las que en diferentes oportunidades no son solucionadas con generosas billeteras, necesitan de la reflexión, el consenso y el diálogo real. Sin estos tres sencillos argumentos, no se construyen puentes de relacionamiento.
Mendoza, más allá de la coyuntura, expresó un sentimiento, que errado o no, posee un claro mensaje.
Un mensaje que puso en “off side” al mismísimo presidente de la República Argentina, ya que él anhelaba el levantamiento de las leyes prohibitivas para dar señales de racionalidad al mundo inversor. Además estaba esperanzado en el arribo de capitales de inversiones genuinas no volátiles para que los dólares que llegaran no se fugaran más del país. El maniqueo de propios y ajenos, todos de la política provincial, no estuvo a la altura que pretendía el mandatario. Lo dejaron en ridículo aquí y en el mundo. Fue llamativo que esta jugada no haya tenido perspectivas de efecto. Ya está hecho y fue muy lamentable haberse jugado para reactivar una provincia y que la situación adversa lo exponga a él. Agravado por la actitud irracional de Juan Cabandié, ministro de Ambiente, y de Pino Solanas, que gozan las bondades del poder que les otorgó el presidente y ellos desde la comodidad e ignorancia salieron a contradecir al primer mandatario.
Por suerte, los trabajadores y académicos relacionados directamente al sector minero siguen indemnes para seguir apostando al real crecimiento de la industria en toda la Nación.
Eso sí, deberán esforzarse más para no sólo mutar a quienes opinan mal de la actividad, sino también para que se comprenda que esta situación no es una simple enseñanza coyuntural. Es algo más profundo, y para ello tendrán que hablar los proveedores que participan del desarrollo y aportar voces con ideas claras.
Es necesario romper con el ostracismo de quienes manejan la industria minera nacional. O de quienes piensan que son los mejores y únicos para traer soluciones a la problemática que perdura en este sector.
Ya se ha reiterado muchas veces, lo reflejaremos una vez más, esta actividad no necesita de un mesías. Necesita del aporte de todos los que posean buena voluntad y convicciones. Los que dan pelea en forma diaria y que, representando diferentes reclamos, no dejan que la adversidad los paralice ni que se equivoquen a la hora de buscar alternativas.
Si a la minería le va bien, a muchos les irá mejor. Al país le hará bien y a las economías regionales también. Hay que dar respuestas creíbles y veraces. Por la subsistencia de la industria hay que revertir esta lamentable imagen sectorial. Que este 2020 que se inicia sea la oportunidad de abandonar los personalismos, la indiferencia, o el “trastorno que los ha caracterizado por la intensa concentración de un grupo en su propio mundo interior y la progresiva pérdida de contacto con la realidad exterior”, lo que conlleva a la falta de compromiso que impide hacer lecturas sociales reales.
Fuente: Prensa GeoMinera