A poco más de un mes de las elecciones en la CAEM, de aquel momento histórico en el que renovados aires se impusieron para alcanzar representatividad en su Comisión Directiva, Marcelo Álvarez, quien es el actual presidente electo, representaría hoy, según la Revista Especializada Prensa GeoMinera, la expectativa de un cambio, y de una bisagra en el sector minero que deberá beneficiar y reconstruir las relaciones institucionales entre empresas mineras y, fundamentalmente, las relaciones entre éstas últimas y la sociedad.
(Año 2 / Edición Nro. 78 / 18 de enero de 2016/ Buenos Aires).
Hubo cambios en la Cámara Argentina de Empresarios Mineros. Desde estas páginas y de otros medios que se animaron a pensar en voz alta, ya se adelantaba el final de un ciclo y el recambio que se produciría.
No era cuestión de alternar apellidos y personajes, la realidad de la entidad que reúne a los empleados jerárquicos de las empresas mineras que operan en Argentina, demandaba una oxigenación de fondo. Como lo que sucedió el pasado 3 de diciembre.
Cuenta la historia que quien se ungió presidente, Marcelo Álvarez, en distintas oportunidades recurrió al seno de la CAEM para acercar sus inquietudes y buscar un espacio de participación directa, activa. En esas reiteradas intentonas por tomar parte se le aconsejó “volver dentro de dos años”, o sea en el año 2017, tras haber podido asimilar experiencias dentro de la empresa que recientemente lo había contratado, Goldcorp.
Estas y otras sugerencias fueron hechas en reiteradas oportunidades por un ex vicepresidente que supo tener esta institución. Como la resignación no es una característica de Álvarez, este volvió a insistir con participar, pero en esta oportunidad con una misiva desde la central de la empresa, la cual exigía considerar la posibilidad. Con esta pequeña demanda, todo comenzó a cambiar. No era lo mismo decirle “no” a un director que decirle “no” a una empresa de semejante calibre.
Los interlocutores de CAEM, (que hoy ya no están) se dieron cuenta del grave error de su soberbia e ingenua seguridad. En ese mismísimo momento tomaron conciencia que su torpeza había sido el inicio del final y que se despedirían de la escena institucional, prácticamente de la mano, con quien fuera secretario de Minería. Toda una gran coincidencia.
El día que la nota de Goldcorp llegó a la CAEM, comenzó el trayecto del tramo final para que Martín Dedeu y su incondicional escudero, Roberto Cacciola, tomaran los harapos y siguieran el camino de la “luz”, esa que aparece en los momentos más críticos.
Así fue, que el 3 de diciembre, comenzó la expectativa de un cambio. Todos aguardaban que así sea. La minería necesita de instituciones representativas, sólidas, creíbles, comprometidas y serias. Con gente buena.
No sirve intentar fraguar una elección de una institución de 45 socios y tener un representante con un poder “trucho”. No sirve forzar situaciones y andar revoleando Uppercut o gancho de derecha al aire para hacer valer una postura. Fue un bochorno, que el día de la elección en las mismas instalaciones de la CAEM, un profesional del medio, proponga solucionar a los golpes una postura inválida.
Esa fue una muestra de por qué había que dar un giro de 180 grados. Dejar a esos ejecutivos atornillados que no les interesaba el recambio. O de representantes de empresas sin representación genuina. De padecer el sometimiento permanente a los caprichos del funcionario de turno. O que la realidad pase por arriba de la institución y ésta no reaccione.
La minería necesita de gente proba y las instituciones que los representan ser el reflejo. No debe existir lugar al amiguito del funcionario ocasional que consigue colocar secuaces en cargos de jerarquía y después obligarlos a “jugar a favor”. Llegó el tiempo de instituciones representativas, jugadas por el conjunto de las empresas y no por circunstanciales batallas que sólo favorecen a las más poderosas.
Martin Dedeu supo ser un baluarte del sector. Un profesional de altos quilates. Pero un día, la brújula se detuvo y con ella la falta de operatividad y contundencia para hacer frente a la adversidad.
La carencia de alternancia, de figuras nuevas, con tiempos políticos difíciles, lo condicionaron a seguir. Pero todo llegó a un límite inmanejable. Poderes truchos y trompadas para un tétrico epílogo. Durísima y cruel realidad. Se había tocado fondo.
Tras el acto eleccionario Marcelo Álvarez, el mismo al que le habían dicho “pibe volvé en dos años”, tardó poco más de dos meses para hacerse de la presidencia de la CAEM.
Su consagración desnuda que muchas veces “la cocina” falla. Que es necesario airear, refrescar u oxigenar, para que haya cambios y no se confundan los aromas.
Álvarez deberá recomponer interna y externamente las relaciones de la institucionalidad de las empresas mineras ante la sociedad. De esto algo sabe, aprendió tras su paso durante diez años por Colombia, donde conformó mesas de diálogo entre el gobierno, las fuerzas rebeldes y los narcos. Lo hizo desde la OEA, demostrando en su accionar como miembro de la Comisión de Paz, que supo poner valentía, ideas y decisión. Esto ya marca profundas diferencias con la anterior gestión.
Hoy Álvarez está en Argentina. Sería bueno aprovechar su experiencia para nutrir a la industria de otras perspectivas. Es de esperar para que cuando se cumpla aquello de “pibe volvé en dos años”, lo haga con hidalguía y con un nuevo rumbo para las relaciones de la minería y la sociedad. Cierto es que pergaminos no le faltan. Sólo resta que haga las cosas que necesita esta industria para ser incluida como una variable económica, social y cultural dentro de la diversidad productiva de la Nación.
Fuente: Prensa GeoMinera Edición Nro. 196, Viernes 8 de Enero de 2016.