(Privatización, rupturas, resistencias y memoria)
Resignificar el 13 de Diciembre o Día del Petróleo luego del proceso de reestatización de parte del capital de la empresa YPF por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, hecho ocurrido en abril de 2012, no puede pasar inadvertido para quienes vivieron en carne propia el impacto de la privatización en los ‘90. La memoria histórica y social es un testigo ineludible desde el recuerdo de los testimonios de ex trabajadores de YPF entrevistados entre los años 2004 y 2011 por nuestra colaboradora Alicia Milone. En una aguda mirada del pasado reciente, se reflexiona sobre los múltiples significados de la privatización de la empresa petrolera estatal, desde la perspectiva de quienes la construyeron como fuerza trabajadora y vivieron su desguace para servir al mercado.
(Año 1 /Edición Nro. 24 /15 de Diciembre 2014/ Caleta Olivia) La mayoría de los trabajadores de YPF, en particular los que ingresaron cuando era una empresa estatal, nos enseñaron al recordar sus trayectorias laborales lo que entendían, había sido la grandeza de la empresa. Otros, en una posición minoritaria, se animaban a comparar la estructura de la empresa estatal con las economías planificadas del este europeo.
El sentido de “grandeza” puede pensarse por múltiples razones; ya sea por una cuestión de cobertura territorial de todos los rincones geográficos de la nación; por el tamaño de su planta de personal; por participar en todas las etapas del proceso productivo de la actividad petrolera (al tratarse de una empresa integrada que abarcó desde el estudio del suelo –exploración– hasta la venta en bocas de expendio minoristas de los productos elaborados –distribución y comercialización del producto final–); o por su prestigio social a partir del reconocimiento, positivo o negativo, de todos los otros integrantes de la sociedad a la que pertenecía la empresa, los que la reconocen como un grupo social distinguible.
El “antes” y el “después” de la privatización de YPF
Desde la mirada de los trabajadores, la privatización de YPF a comienzos de los años ’90 introduce diversos procesos que generaron cambios en la estructura productiva de la actividad petrolera en la región de la Cuenca del Golfo San Jorge. En primer lugar, la desvinculación laboral de un número muy importante de trabajadores de la empresa estatal que tuvieron serias dificultades de reinserción laboral, ya sea en el sector petrolero como en otras actividades. En segundo lugar, la aparición de nuevas empresas operadoras en la región, como Repsol, Pan American Energy (antes subsidiaria de British Petroleum) y OXY-Sinopec, de capitales chinos. Oxy era subsidiaria de Occidental Petroleum y en 2010 pasó a Sinopec. A partir de 2012, también comenzó a operar en la zona CNOOC, empresa estatal china (China National Offshore Oil Corporation) especializada en la operación de cuencas offshore en la plataforma marítima. Un tercer cambio significativo fue el proceso de tercerización empresarial, por el cual sectores que antes estaban “adentro de la empresa estatal”, pasaron a convertirse en nuevos agentes económicos, como ser los emprendimientos conformados por ex ypefianos. Por último, un grupo minoritario de trabajadores que “quedaron adentro” de la empresa devenida en Repsol YPF tuvieron que adaptarse a una nueva configuración productiva y a nuevas políticas empresarias a partir del proceso de reestructuración empresarial post privatización.
Rupturas, esperanzas y fin de la “grandeza”
Pero no solo se trató de cambios en términos de la organización del trabajo dependiendo de su inserción en la actividad petrolera; la privatización también significó una ruptura de sus vidas para los que quedaron afuera sin reinserción laboral posible en el sector petrolero; mientras que para los que pasaron a integrarse a los emprendimientos, debieron dejar de ser “empleados de la empresa estatal” para ser “socio o empresario privado”. Para estos últimos significaba una suerte de continuidad en su inserción laboral, al igual que los que entonces quedaron dentro de la YPF privatizada. Precisamente para ellos, ha sido importante rememorar la grandeza de la empresa nacional, marcando la diferencia social de haber pertenecido a la empresa estatal y luego tener que seguir trabajando en la empresa privatizada.
Los cambios introducidos a partir de la nueva estructura productiva, con la incorporación de nuevos actores económicos en la actividad (los emprendimientos de ex ypefianos, la profusión en cantidad de empresas contratistas de servicios, las nuevas empresas operadoras que extraen petróleo en la región) fueron la contrapartida del achicamiento de YPF. Fenómeno que precisamente, puso de manifiesto la “pérdida” de grandeza que se evidencia en “los sectores que se quedaron afuera”; el vaciamiento de personal, las prestaciones sociales (vivienda, proveedurías, ocio y recreación, pasajes, etc.) que desaparecieron o perdieron calidad y capacidad de cobertura hacia el conjunto de los trabajadores.
Privatización que desintegra identidades
De esta forma, la identidad laboral “ypefiana”, conformada y consolidada desde los años ’60 hasta principios de los ’90, comienza a desintegrarse a partir del momento histórico en que los trabajadores de YPF fueron desvinculados de la empresa en gran cantidad, en un período muy corto de tiempo (los años 1991-1993). En los recuerdos relatados por los trabajadores de YPF y de sus familiares, la privatización casi nunca es mencionada en forma directa. Soy yo la que introduce el término y las preguntas sobre ella y todos mis entrevistados hacen una referencia indirecta al tema: es “la tristeza”, son “las lágrimas”, es “el peor accidente”, es “la pérdida de la madre”, es la oposición recurrente entre la mención permanente de la fecha de ingreso a la empresa y por oposición, la fecha de egreso asociada a la privatización en la mayoría de los casos.
Así, la privatización es en primer término la pérdida del espacio de contención laboral y social inmediato que conocieron estos trabajadores al momento inmediato de su migración desde el noroeste argentino; es la pérdida del entorno de formación y aprendizaje y de la vivencia familiar a partir de pertenecer a la empresa estatal. A su vez, es la pérdida de las distinciones y privilegios sociales que pertenecer a la empresa les otorgaba (licencias, pasajes, obra social de excelencia, servicios sociales y recreativos, oportunidades de estudio para los hijos, además de la posibilidad de inserción laboral en la empresa, ocupando el lugar de sus padres al momento de la jubilación, como práctica existente y común en las empresas estatales) en comparación con el resto del conjunto de trabajadores, petroleros y de otras actividades, de la zona. Y por último, es la pérdida del prestigio social general que tenían los “ypefianos” en la sociedad de Caleta Olivia: pertenecer a YPF los hacía trabajadores privilegiados en términos de estilo de vida, consumo, condiciones de habitabilidad en la localidad.
Una alternativa a esta pérdida fue el mantenimiento del vínculo de confianza entre Repsol YPF y los ex ypefianos, actualizado en el vínculo de promoción que existió entre las empresas contratistas y la operadora privatizada, que construyó una cadena de relacionamientos y que culminó en una tasa de mortandad de la mayoría de “los emprendimientos” y con ellos, de la esperanza de quienes creyeron podrían tener continuidad laboral o ser empresarios.
“…la transformación de YPF”
Prefiero no hablar más de “la privatización” como concepto sociológico, económico, político, sino que me refiero a “la transformación de YPF”, proceso al que me remiten los ex trabajadores que he entrevistado, cuando tratan de explicarme cómo organizan su vida laboral post pertenencia a YPF. Casi que no le ponen nombre a la privatización porque no pueden hablar de ella: la transformación de YPF fue, para la gran mayoría de ellos, tan desgarradora que ni nombre pudieron ponerle. Tampoco fechas; ellos dicen “la última”, “la primera fue la de Frondizi”, “el ‘89, los ‘90”. Lo que sí está unánimemente fechado es la desvinculación de la empresa. Todos refieren a los años “91-93”. La empresa ya era una sociedad anónima, ya era privada en parte de su capital y hasta el día de hoy lo sigue siendo, argumentaban en sus relatos del año 2011.
Para nuestros entrevistados, lo que cobra significado fue el momento “cuando me retiran” “cuando me van de la empresa”, cuando cada uno de ellos dejó de “pertenecer”. Por eso, algunos persisten en seguir siendo, aunque sea “ex ypefiano”. Por eso irse a formar parte de los emprendimientos fue una forma de seguir siendo ypefianos. Más precisamente cualquier, ex ypefiano todavía tiene algo de YPF. Los que no tienen nada son los nuevos trabajadores, los que ingresaron posteriormente a la privatización, para los que “la identidad ypefiana” es algo “antiguo”, “extinto”, según el relato de uno de ellos que comentaba “Ahora, somos petroleros…”
Cuando el trabajo integraba la familia Ypefiana
Al experimentar y expresar la ypefianeidad como metáfora familiar, en donde la empresa es la madre, el Estado es el padre y los hijos y hermanos son los trabajadores, la lógica del mercado queda invisibilizada. De este modo, el trabajo no era vivido como tal, sino como la pertenencia a una familia, y en el momento de la privatización, con la ruptura de la escena familiar, dicha lógica racional y mercantil queda crudamente expuesta. Es a partir de ese momento, con la irrupción de las transformaciones en la estructura productiva, como ser la aparición de varias empresas operadoras, la multiplicación de las compañías de servicios, la aparición de los emprendimientos de los ex ypefianos, que el trabajo asume su rol de “sólo trabajo”. La lógica emocional que se articula en la metáfora familiar, en un recuerdo idealizado del trabajo y de la familia, como extensión del modelo de domesticidad deja lugar a la lógica mercantil, en donde una empresa y un trabajo, sólo son eso: una empresa y un trabajo.
Así, es posible concluir que la privatización es la parte final de un proceso iniciado en la trayectoria laboral y vital de los trabajadores ypefianos, que remite al hecho de que algunos trabajadores (los hijos) descuidaron o no defendieron lo suficiente a la empresa (la madre) en un proceso en el que el Estado (el padre) se desentendió de la misma. Hablo de proceso porque así lo relataron mis entrevistados, al insistir en hablar de su ingreso a la empresa, de sus trayectorias y de sus modos de ascenso laboral y, casi sin querer, de su egreso.
Nostalgia del Estado y protagonismo del mercado
Así se hace legible el nuevo lugar que ocupa, intersticialmente, la reivindicación identitaria del “ser ypefiano” en los ex ypefianos que conforman los emprendimientos post-privatización como salida transicional a la pérdida de la inserción laboral estable en YPF estatal y del “ser petrolero” actualizado en los trabajadores estatales “que quedaron” en Repsol YPF y en los nuevos trabajadores de las operadoras y de las contratistas post privatización.
En términos de familia, la nueva empresa operadora no constituye tal, puesto que en ella se hace visible la lógica del mercado y del trabajo como tal, antes obturada, invisibilizada por los vínculos emocionales de la familia ypefiana estatal.
En términos de identidad, es posible vislumbrar cambios en los trabajadores. Los que quedaron adentro, signados subrepticiamente por “la traición” del gremio, que en articulación con la empresa estatal en el pasado ordenaba la vida dentro de la empresa y en la esfera social, ahora se acogen a una nueva identidad petrolera, en la que el compromiso es sólo con el trabajo. Los que quedaron afuera apostaron por la reivindicación de la identidad ex ypefiana en los emprendimientos de ex ypefianos o en la conmemoración de fechas tales como el Día del Petróleo o el Día del Descubrimiento de Petróleo en Cañadón Seco. Por primera comenzaron a existir diferencias significativas entre los hermanos.
Esta metáfora familiar constituye el dislocamiento de la familia ypefiana, en tanto se desarticula la lógica familiar del entramado social caletense que empezaba a visibilizar una nueva lógica racional en donde el Estado no garantizaba la reproducción social, y a su vez, se basaba en los principios del mercado, en donde juegan las capacidades individuales, la meritocracia, etc.
En abril de 2015 se cumplirán 3 años de la reestatización de YPF, la madre. Muchos de mis entrevistados ya han desaparecido físicamente pero sus luchas, sus resistencias y sus recuerdos, aún permanecen. Será entonces el momento de hacer un primer balance si el Estado-padre simuló la recuperación de la familia del país o fue el mercado quien profundizó sus garras para aniquilar definitivamente la memoria histórica de este conjunto de personas, a la sazón los trabajadores del petróleo de la Cuenca del Golfo San Jorge, representadas en las trayectorias laborales de quienes circunstancialmente habitaron y trabajaron en Caleta Olivia y sus áreas de influencia.
Por Alicia Milone para Observador Central