Año 5 / Edición XIII / Caleta Olivia / 17-05-2020 / ISSN 2422-7226
Suiza es el país que mejor y más recicla. Argentina ocupa el puesto 156 en emisión de gases de efecto invernadero.
Desde el año 2005 y a instancias de UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), cada 17 de mayo se celebra el día mundial del reciclaje.
Este sistema permite disminuir la cantidad de desechos que deja la actividad humana (desde el envoltorio de las galletitas hasta los residuos sanitarios o industriales) y es primordial para evitar la depredación y prolongar la expectativa de vida del planeta.
El reciclaje de 1.000 kilogramos de papel, por ejemplo, salva la vida de 17 árboles. Como los mejores receptores de esta iniciativa son los jóvenes, por cuestiones mnemotécnicas se asocia el reciclaje con los colores y la aliteración. En el primer rubro, se vinculan los papeles y el cartón con el color azul – para desembarazarse de ellos hay que dejarlos en un contenedor azul-; el amarillo se destina a todo tipo de envases (botellas, bolsas de plástico, latas); el verde claro es para el vidrio; y el verde oscuro identifica a los residuos orgánicos, que pueden enterrarse.
Un recurso propio de la escritura, la aliteración o repetición de un sonido, en este caso la “r”, resume el cuidado del medio ambiente en tres prácticas: reducir, reutilizar, reciclar. La primera disminuye el volumen de basura; la segunda, vuelve a emplear algo que ya se usó; la tercera le da una segunda vida a las cosas. Se reduce cuando se hacen compras llevando la propia bolsa de tela, que se lava y se vuelve a usar. Se reutiliza cuando se teje una alfombra con los sachets de plástico de los lácteos cortados en tiras finitas. Se recicla cuando una empresa que fabrica prendas de montaña convierte sesenta botellas de plástico en un buzo polar.
Todas estas iniciativas minimizan la huella de carbono que muchas actividades humanas o industriales dejan en la atmósfera. La suma de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) se denomina “gases de efecto invernadero” (GEI). El exceso de CO2 altera la capa de ozono de la atmósfera terrestre y acelera el cambio climático, que ya padecemos.
La pérdida de bosques y espacios verdes es dramáticamente fundamental en este proceso y según datos que en 2018 hizo circular Global Forest Watch, esta lista negra está encabezada por Brasil, hogar del Amazonas, que ese año perdió 1,3 millón de hectáreas. Le siguen Congo, Indonesia y Colombia. Luego de los incendios amazónicos de 2019, Greenpeace publicó que esa superficie de bosques nativos destruidos ascendía a 2,5 millones de hectáreas.
Muchas empresas -las aerolíneas por ejemplo-, ya analizan sus emisiones de GEI y guardan su registro mediante un sistema estandarizado. También pueden medirse los gases que libera un producto (un automóvil, un secador de pelo, un teléfono celular, etc) o las acciones cotidianas de una persona. En este último caso, se trata de un método inventado por el ingeniero francés Jean-Marc Jancovici, que cualquiera podría poner en práctica mediante un autotest que mide cuatro variables: vivienda, transporte, hábitos alimentarios y consumo.
En nuestro país, cada habitante emitió 4,7 toneladas de CO2 en el año 2018, ubicando a Argentina en el puesto 156, en un ranking en el que ocupan los primeros lugares los países más contaminantes. ¡Al fin! Estar bastante abajo en la lista, nos favorece. Pero falta. El ranking mundial de países que más y mejor reciclan está encabezado por Suiza, seguido de Austria, Alemania, Bélgica y Países Bajos.
Fuente: Perfil