Año 7 / Edición XXXVI / Caleta Olivia / 30-08-2021 / ISSN 2422-7226
Por el equipo del Observador Central
En Argentina hay cerca de 300.000 gitanos por todo el país convirtiéndose así en la segunda comunidad más grande en América Latina, después de Brasil. En Santa Cruz, en la ciudad de Caleta Olivia hay una gran comunidad de gitanos y ahí reside Lucía Miguel, “en Caleta estoy hace dieciséis años pero mi familia siempre estuvo acá, hace más de treinta años”. Agrega “ellos estuvieron acá y vivimos muchas cosas”.
En la comunidad gitana hay que centrarse en el concepto de nomadismo y, sobre todo, en el profundo sentido de identidad. En la Argentina, los gitanos que residen son los gitanos calé de origen español, gitanos ludar, los Rom y los Rom Kalderash, provenientes de Rusia, Serbia, Grecia, Hungría y Rumanía. Lucia nos cuenta que a ella la criaron siempre en el sur “mi papá y mi mamá siempre nos criaron en el sur, pero en realidad venimos desde Mar del Plata” y con respecto a sus antepasados declara “mi abuelo y mi tía cuando llegaron a la Argentina vinieron en barco y vivían en carpas”. Los gitanos antes vivían en carpas en comunidad y no contaban con los servicios esenciales como luz, gas y agua. “Tenías que arreglarte con la luz del fuego no más, porque ni siquiera había velas” declara.
Manifiesta: “Yo nunca viví en carpa, jamás, porque mi mamá y mi papá siempre nos dieron todo, no querían que nosotros llevemos esa vida”.Y agrega “Es según las personas, yo tengo primos en Buenos Aires, cerca de Tandil, ellos se compraron casas pero están acostumbrados a las carpas.¡¿Sabés lo que hicieron?! ¡Se fueron al patio o al frente!.Me contó mi primo un día, y se armaron su carpa porque no podían dormir, ya están acostumbrados a hacer esa vida de antes”
Igualmente a pesar de gozar de las comodidades de un hogar cálido y una cama donde dormir, Lucia tuvo que enfrentarse a las tradiciones, que en su momento la llevaron a mucho sufrimiento. Como es sabido, en la comunidad, las mujeres tiene desde muy chicas un matrimonio arreglado con otros gitanos. Ella tenía quince años y vivía en Rio Gallegos, cuando un amigo de la familia fue a pedir su mano “yo le decía que no porque no quería, tenía quince y no sabía nada de la vida, no sabía nada. Y bueno lo tenían que aceptar porque no le podían decir que no y yo no podía bajarle bandera”.
Es tradición y orgullo para el padre casar a una hija, en especial porque ellos llevan a cabo el acto de oficialización y consideran que así su hija va a tener un buen futuro. “Sufrí demasiado porque yo no sabía hacer nada, yo no tenía niñez, porque eras chica de mente pero el cuerpo era grande, me costó demasiado”.
La mujeres gitanas son muy valoradas por su “pureza” antes del casamiento y si no cumplen con las tradiciones pueden ser consideradas “no vírgenes” lo que lleva a sufrir el rechazo y hasta violencia fisica o verbal. “Le ha pasado a muchas chicas, yo conozco de Mar del plata. Eran muy chiquitas y habían casamientos que se ponían mal en esa noche y no podían, y pasaban como que no eran.”
Mantiene una postura que rompe con la tradición, como lo es también que una mujer se independice: “ahora veo muchos gitanos que entregan a su hija, yo si tuviera una hija ahora le diría disfruta pero no te ensucies, salí, enamórate y si te quiere es para toda la vida, el casamiento no es de un dia para el otro.”
Aparecen muchos estereotipos que el imaginario popular termina aceptando, por ello se sabe que la comunidad zingara sufre discriminación y se ve mas aún que los mas jovenes que dejan de usar la ropa distintiva. Como es el caso de muchas niñas y jovencitas que ya no usan las polleras tradicionales. Nos cuenta que “Las chicas ya no usan las polleras tradicionales, se van y se compran una pollera común o un pantalón, y nosotras ya no podemos hacer esa vida”
En la época que ella trabajaba en una cooperativa y debía ir al juzgado de primera instancia se ponía una calza, pero no se sentía bien caminando por la calle sin su pollera. “Cuando llegaba a mi casa me bañaba y me ponía la pollera y decía son dos cosas diferentes, como uno se ve bien hacia uno mismo y como la comunidad te ve”.
Pero si destaca que igualmente la gente te sigue mirando, da testimonio de las discriminaciones que sufrió su comunidad. Las mujeres gitanas son objeto de discriminación múltiple, sobre todo, por ser el puente entre su población y la vida plenamente integrada. Ellas son las que salen, las que hacen las compras y sufren discriminación. “Acá en Caleta si lo hacen porque la mayoría de las tiendas donde iba no me dejaban entrar, y ¿sabes la bronca? porque decís pero, ¡¿por qué?!Si yo no te robé! O te ven del pie hasta la cabeza para ver lo que tenes ¡Mirá que zapatos lleva!¡Mira como se viste!” nos comenta Lucía.
Quisimos preguntarle porque cree ella que pasan estas cosas hoy en día que se componen de problemas como la búsqueda de empleo y hasta la escolarización de los hijos. “ Lo que pasa es que todos piensan que somos diferentes pero ellos no piensa que somos todos iguales, capaz que somos de diferente razas no más, pero todos somo iguales ” . Y agrega “ si somos todos iguales de carne y hueso.”
En septiembre del 2000 fue creada en Buenos Aires la Asociación Identidad Cultural Romaní de Argentina, presidida por el señor Jorge Bernal. Dicha institución trabaja por la promoción de la cultura, contra la discriminación y la marginación.
Tanto o más importante es la obtención de una ciudadanía plena que saque a los gitanos de la invisibilidad a través de su inclusión en todos los ámbitos profesionales.
Lucia Miguel es una mujer que por cuestiones de la vida decidió vivir sola, sin dejar de visitar a su comunidad y seguir enraizada a sus costumbres y vestimentas. Representan el equilibrio entre libertad personal y valores gitanos. Concluye diciendo “ de a poquito he salido, me he caido, y me he levantado”.
Desde el Equipo del Observador Centrar le agradecemos su predisposición, calidez y tiempo.