Año 7 / Edición XXXIX / Internacional / 20-09-2021 / ISSN 2422-7226
Con intervención del Equipo Editor del Observador Central
Desde que los talibanes retomaron el poder en Afganistán, el cruce de opiniones, hipótesis, teorías, y hasta festejos por la retirada de Estados Unidos del país, se vienen sucediendo de forma casi interminable.
Cuando los talibanes tomaron el poder en Kabul, su promesa más repetida fue conformar un gobierno inclusivo, amplio, que reflejara la diversidad étnica y religiosa de Afganistán. Por supuesto, esa postura pública –enmarcada en la “moderación” de los seguidores del Mulá Omar para este nuevo período-, ya duerme en el cajón de los recuerdos. Ni qué hablar que ni una sola mujer integrará, nunca, el flamante gabinete talibán.
El movimiento Talibán dio a conocer a sus primeros líderes estatales y ministros. La vieja guardia que en la década de 1990 aterrorizó a los afganos y a las afganas, está de vuelta. Y nadie parece conmover que dirigentes denunciados por crímenes de guerra, las más diversas violaciones a los derechos humanos, y el saqueo de un territorio, ahora se designen entre ellos para llevar las riendas del país.
El nuevo ministro del Interior es Sarayuddin Haqqani, líder de la conocida Red Haqqani, un grupo aliado a los talibanes. La Red Haqqani, designada como “terrorista por Estados Unidos, está implicada en algunos de los más sangrientos ataques perpetrados en Afganistán en las últimas dos décadas. El mismísimo Sarayuddin Haqqani se encuentra en la lista de búsquedas internacionales de criminales del FBI.
En algunas universidades afganas, los talibanes ya comenzaron a aplicar sus políticas represivas, justificadas en una interpretación del Islam que es rechazada por gran parte de la comunidad musulmana internacional. En los centros de estudios los alumnos fueron separados de las alumnas con cortinas. Además, desde hace dos días hay protestas encabezadas por mujeres en algunas ciudades del país. Los reclamos son básicos: que se respeten sus de derechos. Los talibanes se encargaron de reprimir cada una de estas protestas.
El Talibán ordenó en un comunicado que solo los niños regresen a las aulas, excluyendo a todas las niñas y a las mujeres que ejercen como maestras en el país. Además, el viernes fue clausurado el Ministerio para Asuntos de la Mujer, encargado de velar por los derechos de las mujeres afganas desde 2001.
Fue reemplazado por el Ministerio para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio, un organismo para hacer cumplir estrictas doctrinas religiosas.
Estas normativas son señales de que Afganistán está regresando al severo régimen talibán de la década de 1990, pese a las promesas de los nuevos mandatarios de ejercer un gobierno más inclusivo.
El comunicado emitido el viernes, ante la reapertura de las escuelas afganas este sábado, decía lo siguiente: «Todos los profesores y estudiantes varones deben asistir a sus instituciones educativas».
Las escuelas secundarias suelen ser para estudiantes de entre 13 y 18 años. La mayoría de ellas están segregadas en Afganistán, lo que facilitaría a los talibanes el cierre de escuelas para niñas.
Fuentes: Portal digital «BBB News» / Portal digital «La Tinta»