Año 5 / Edición XVII / Caleta Olivia / 8-06-2020 / ISSN 2422-7226
El cierre de las salas cinematográficas como consecuencia de las restricciones adoptadas por el Estado ante la pandemia del coronavirus, generó el resurgimiento, aunque en muy pocos casos aun, de una modalidad extinguida en la década de los años 70, época de cintas de celuloide de 35 mm, me refiero al autocine.
Buscando ofrecer a los ciudadanos una actividad de esparcimiento que contribuya, con apego al distanciamiento físico exigido, a que los ciudadanos sobrelleven la cuarentena con el mejor ánimo posible, las carteras del área de cultura de algunos municipios o gobiernos provinciales han adaptado predios para exhibir films al aire libre con los espectadores ubicados en sus vehículos particulares.
En algunos casos, como el de Catamarca, provincia que no ha tenido caso alguno de coronavirus positivo, la oferta artística del predio alcanzó también presentaciones de agrupaciones musicales, fuegos artificiales y servicio de comidas rápidas ofrecidas desde los carros gastronómicos conocidos como Food Trucks.
En algunas iniciativas de menor envergadura y costo, como la de Rada Tilly, se utilizó un simple proyector multimedia que orientó su insuficiente haz de luz sobre una pared, cuya opacidad contribuyó a minimizar la calidad de la imagen.
En el caso de Catamarca, se utilizó una pantalla led, cuyo costo de alquiler no es insignificante, pero que ofrece mucho más brillo que la modalidad usada en Rada Tilly, ambas, distan considerablemente de la calidad que ofrecen los proyectores de cine digitales usados hoy en las salas de exhibición cinematográfica.
En cuanto al sonido, las salas exhibidoras están equipadas con un sistema envolvente multicanal que requiere de varios amplificadores, como por ejemplo el sistema 7.1 que emite sonidos previamente separados por un procesador que le llegan al espectador desde distintos parlantes ubicados a su alrededor, sistema comúnmente denominado de 360°, que genera sensaciones especiales asociadas a la imagen.
La distribución de las películas en su instancia comercial está condicionada por reglas que fijan los líderes de la industria cinematográfica a nivel mundial, la tecnología, al servicio del negocio, mediante una llave electrónica denominada KDM que es remitida a las salas exhibidoras en un archivo informático adjunto a un mail, impide o habilita a través de un código encriptado, la reproducción de la película, de manera tal de permitir la reproducción del film solo durante el periodo de tiempo autorizado, vencido el mismo, el archivo queda automáticamente bloqueado.
En los tiempos pre pandemia, los estrenos cinematográficos se explotaban aproximadamente durante tres meses en la instancia comúnmente llamada de exhibición comercial, luego de superada esta etapa que es la de mayor rentabilidad, las películas se comercializaban en plataformas de streaming, en televisión satelital mediante PPV, luego en sitios de internet y posteriormente en la televisión por cable. El 55 % del valor de las entradas cinematográficas pertenece a los recursos de los productores y distribuidores, el 10% corresponde en nuestro país al INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales), luego de exhibición en salas, los propietarios de los derechos, venden estos a los otros medios o acuerdan con ellos cláusulas de reparto proporcional de los ingresos económicos.
Si bien atravesamos un momento de incertidumbre en cuanto al tiempo que resta para que las salas de cine del mundo vuelvan a funcionar, los principales referentes del negocio de nuestro continente se preparan para un pronto retorno que se vislumbra preliminarmente con especial apego a un protocolo específico en función de las necesarias medidas de prevención de carácter sanitario.
Las condiciones tecnológicas y de distribución expresadas dificultan la exhibición de películas en instancia comercial en autocines adaptados que no disponen de un sistema de proyección digital, el que implica una onerosa inversión y cuya instalación técnica es de considerable complejidad.
Las experiencias realizadas en las últimas semanas en el marco de las restricciones de la cuarentena, ofrecieron a los espectadores películas estrenadas hace largo tiempo, las que gran parte del público ya vió, o que tiene a su disposición por otros medios alternativos. Otra razón que, en caso de resolverse la limitante técnica, incide desfavorablemente en la posibilidad de cobrar entradas en un autocine, es la obligación legal de tener la autorización del dueño de los derechos de explotación, los que generalmente están atados a un acuerdo económico.
A la dificultad de conseguir un ámbito apropiado para disponer un grupo importante de vehículos, de manera tal que la visibilidad resulte óptima, especialmente al que le toque sentarse en el asiento trasero, tanto como a la de disponer de una pantalla en dimensiones y altura y brillo acorde, como la de ofrecer un sonido claramente audible mediante la colocación de parlantes al aire libre o la emisión mediante un equipo de frecuencia modulada que sea recibido en los vehículos a través de sus recetores de radio, se suman otros aspectos también importantes para la permanencia en el tiempo de la iniciativa, tal como la comodidad en materia de uso de sanitarios, la necesidad de mantener el vehículo en marcha para disponer de calefacción, muy especialmente en estas latitudes y en invierno, la buena fortuna que implica en nuestra zona que el viento no atente contra el plan de velada placentera, la que muy posiblemente no sea tal, ya que en cuarentena la actividad nocturna está en general prohibida, así que, en aras de la coherencia, la oferta de esparcimiento en autocine, en el actual contexto, debe ser vespertina. Esta suma de particularidades en mi opinión, no dan al autocine horizontes halagüeños en su perdurabilidad, pero quizá sí sea una buena alternativa de aventura pasajera en tiempos de coronavirus intensificada por la lícita compañía de tu perro o tu mascota preferida.
JUAN BALOIS PARDO – Presidente Cine Mechenien C.O.