(Arqueólogo Carlos Aschero)
En esta tercer y última entrega, el autor nos invita a conocer cómo el arqueólogo investiga las culturas del pasado a través del arte rupestre interpretando estilos artísticos de los cazadores. La movilidad territorial en un área arqueológica y la forma de vida adquieren sentido para el científico a través de las técnicas y estilos de producción de arte a través del tiempo. El artículo que ponemos a su disposición nos aproxima al presente histórico donde las señales de producción de arte revelan contactos interétnicos en la espacialidad patagónica.
(Año 1/ Edición Nro. 46/18 de Mayo de 2015 /Perito Moreno).
Arte rupestre y dinámica cultural
Para el arqueólogo que investiga la movilidad de cazadores-recolectores la repetición de los mismos patrones en el diseño en los motivos rupestres, como en el diseño de los conjuntos de útiles o instrumentos de piedra tallada, así como en la organización del espacio habitacional de los campamentos en aleros y cuevas, le sirve para poder seguir estos circuitos estacionales de linajes, grupos familiares o bandas. De hecho, estos circuitos responden a una dinámica particular de movilidad hacia distintos puntos cardinales, siguiendo las mejores posibilidades de caza del guanaco y en particular del guanaco cachorro o “chulengo” por lo preciado de sus pieles. Es también una dinámica de interacción cultural y social con otros grupos, particularmente del noreste y sureste de la Altiplanicie central santacruceña; una dinámica sostenida por distintos linajes que –a través del tiempo- habrían tenido derechos territoriales sobre diferentes lugares en torno al Río Pinturas. Este parece haber operado como un eje principal de los movimientos estacionales, por la concentración de recursos naturales que allí disponían, faunísticos, vegetales (leña, frutos y raíces comestibles o de uso medicinal), minerales (rocas para la talla, pigmentos, yeso) y topográficos (abrigos rocosos para habitación y reparo, cañadas y cañadones para facilitar la caza por intercepción y encierro).
Después de los 7000 años AP (Antes del presente) otras cuevas y aleros van cobrando importancia como nodos de ciertos “temas” rupestres que se desarrollan en unas u otras, como si se constituyeran, durante ciertos lapsos, en lugares particulares que guardan información importante para la memoria social. Esto ocurre durante el tiempo en que se desarrolla el que Gradin y colaboradores denominaron “Grupo Estilístico B1”. En cada caso están vinculadas a patrones de diseño específicos que constituyen estilos diferentes con connotaciones temporales distintas. Así la sucesión en el uso de Cueva de las Manos, de Cueva Grande de Arroyo Feo, del Gran Alero Charcamata II, y posteriormente de Cerro de los Indios (Lago Posadas) y del Alero Cárdenas (Río Pinturas) muestra una dinámica temporal posiblemente impulsada por la competencia territorial y, ya en ese entonces, por una fragmentación territorial creciente. Esto es: una mayor competencia entre grupos por los recursos de caza y recolección y un mayor número de territorios de linajes o familias.
Esto no quiere decir que tales patrones de diseños específicos en las representaciones rupestres no aparezcan en otros sitios distintos de aquél donde el “tema” se desarrolló. Representaciones de figuras animales –en particular guanacos- figuras humanas, o “pisadas” animales y humanas , así como signos, de distintos estilos, reaparecen en Cueva de las Manos, Cueva Grande o Charcamata II reiteradamente, como figuras aisladas o conjuntos de representaciones superpuestas a otras anteriores, pero no repitiendo estilísticamente esos mismos “temas”. Los que llamamos “patrones de diseño” son formar distintas del hacer o producir esas representaciones que se sucedieron en el tiempo.
Hacia los 2500 años AP el grabado por picado en surco y el grabado de trazo fino o rayado se incorporan a las técnicas de producción del arte rupestre en Río Pinturas. Los sitios con grabados – “Grupo Estilístico D” de Gradin- se emplazan en los afloramientos basálticos de la Alta Meseta del Lago Buenos Aires, siendo una técnica apropiada para trabajar rocas más duras que las ignimbritas y tobas de los cañadones del Pinturas. Sin embargo, en estos últimos se conocen dos sitios con grabados y algún motivo aislado en Cueva de las Manos, todos sobre rocas ignimbríticas. En los basaltos de color gris oscuro, marrón oscuro o negro, el trazo recién grabado tiene un color blanquecino que contrasta notablemente con lo oscuro del soporte y resalta el motivo. A través del tiempo, estos conjuntos de grabados ejecutados sincrónicamente o dentro de un lapso de tiempo breve, van meteorizándose y oxidándose, aproximándose paulatinamente a la coloración original de la superficie de la roca. Esto permite a los arqueólogos establecer diferencias cronológicas entre los conjuntos con diferentes tiempos de exposición a los agentes atmosféricos.
Los conjuntos grabados comparten algunos motivos con las pinturas del llamado “Grupo Estilístico C” (guanacos de cuerpo muy ancho, de formas variadas, figuras humanas esquemáticas, pisadas, “rosetas”, figuras zooantropomorfas o “matuastos”) pero muestran una tendencia específica hacia las figuras curvilíneas como circunferencias simples y con apéndices, con y sin diámetro interno –en muchos casos representaciones de bolas simples de piedra, con o sin el surco mesial- junto a figuras elipsoidales, circunferencias múltiples adosadas, espirales simples, libres o inscriptas y figuras complejas de trazado laberíntico.
Un cambio más abrupto ocurre después del 1500 AP (luego del siglo VI de la era) donde las representaciones geométricas rectilíneas de carácter abstracto irrumpen en el panorama del arte rupestre de Río Pinturas. Son representaciones pintadas donde priman los patrones geométricos almenados y escalonados, que pueden incluir representaciones simples o compuestas de ambos patrones o bien esas figuras escalonadas combinando distintas direcciones y “enmarcadas”, es decir contorneadas por un trazo perimetral completo o parcial. Son pinturas rojas en la mayoría de los casos pero también hay policromías rojas, con ocre-amarillo y blanco. Se conocen sólo en dos sitios, el Alero Cárdenas (próximo al curso del Pinturas) y en Cerro de los Indios (Lago Posadas) y no hay casos registrados de estos motivos hechos con la técnica del grabado para los sitios conocidos de la Alta Meseta del Lago Buenos Aires, aunque sí para sitios más sureños.
Este cambio y la ausencia de estas representaciones del patrón almenado-escalonado (o de “grecas”) en aquellas cuevas y aleros de Río Pinturas recurrentemente utilizados en épocas anteriores y ya mencionados, sugieren su vinculación con otras creencias u otros distintos grupos étnicos venidos del norte de Patagonia donde estas representaciones geométricas rectilíneas del estilo “de grecas” son más comunes y muestran una mayor diversidad. Aún no sabemos si estas pinturas geométricas son, en parte, contemporáneas a los grabados ejecutados en la Meseta del Lago Buenos Aires. En ese caso se trataría de dos modalidades muy distintas de representación –posiblemente vinculadas a grupos con distintas creencias o de distinta raigambre que podrían haber convivido en la misma área – que sólo comparten entre sí el motivo de la pisada de ave o signo tridígito. Lo que es seguro es que estas representaciones del patrón almenado-escalonado o “grecas” son el último cambio ocurrido en la larga trayectoria temporal del arte rupestre del Río Pinturas.
Cuando los primeros colonos europeos o las familias tehuelches, documentadas históricamente, llegaron al Pinturas desde el este y norte del Deseado, o aún antes, cuando pasó el viajero inglés G.Ch.Musters en 1869 por las “pampas” al oeste del cauce del Pinturas, el arte rupestre seguramente era ya una práctica olvidada en los cañadones y abrigos bajo roca del “País del diablo”, como denominaban a esta zona los Tehuelches que acompañaron a Musters en su largo derrotero hacia el norte.
Por Lic. Carlos A. Aschero para Observador Central