Año 8 / Edición LV / Argentina / 10-01-2021 / ISSN 2422-7226
Por el Equipo Editor del Observador Central
Rodolfo Walsh nació el 9 de enero de 1927 en Pueblo Nuevo, en la colonia de Choele-Choel, lugar que después de 1942 tomó el nombre de Lamarque, ubicado en la provincia argentina de Río Negro. Hijo de Esteban Walsh y Dora Gill a los 17 años comenzó a trabajar en la Editorial Hachette como traductor y corrector. Tres años después comenzó a publicar sus primeros textos periodísticos y en 1953 vio la luz su primer libro
Rodolfo Walsh publicó numeroso trabajos, novelas de ficción, cuentos y se le reconoce como el padre de las novelas de no-ficción. Además de su quehacer como escritor y periodista tuvo una importante labor como revolucionario.
Se lo considera pionero en la escritura de novelas testimoniales como Operación Masacre y ¿Quién mató a Rosendo?
Escribió “Variaciones en rojo (1953)”, “Diez cuentos policiales argentinos (1953)”2, “Operación Masacre (1957)”, “Quién mató a Rosendo (1969)” y “El caso Satanowsky (1973)”. Además, los cuentos “Los oficios terrestres (1965)”, “Un kilo de oro (1967)” y “Un oscuro día de justicia (1973)”; y las obras de teatro “La granada y La batalla (1965)”.
En 1976 Rodolfo Walsh junto a otros militantes y periodistas creó la Agencia de Noticias Clandestinas (ANCLA) que emitió más de doscientos cables que circularon de mano en mano.
A tres meses de iniciada
la última dictadura militar, Rodolfo Walsh propuso a la organización Montoneros
la creación de la Agencia de Noticias Clandestina (ANCLA), ideada como un medio
para denunciar, revelar e informar el día a día de la represión entre los
compañeros honestos y valientes que estuvieran dispuestos a escuchar las voces
urgentes desde las catacumbas. «Derrotar el terror al acceso a la
información de los que informan» era una de sus consignas principales.
Fundada en junio, ANCLA también intentó sembrar
confusión entre las distintas instituciones que conformaban las Fuerzas Armadas
y hasta confrontar las informaciones de los militares para infiltrar el virus
de la desconfianza entre ellos. Por eso, ANCLA era un título irónico y
conscientemente ambiguo, que despertaba dudas sobre el supuesto vínculo de la
agencia con la Armada.
En cada uno de los cables de ANCLA, se confirma una certeza acuñada por Walsh desde siempre: es posible ejercer el periodismo aun en las peores condiciones posibles, incluso en la clandestinidad y en mitad de un cerco represivo criminal.
«Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información». (Rodolfo Walsh)
El 29 de septiembre de 1976 murió en un enfrentamiento su hija Vicki. Tenía 26 años, una hija y era militante de Montoneros. Murió también su amigo Paco Urondo en Mendoza, perseguido por fuerzas militares conjuntas. Un imponente operativo militar que incluyó helicópteros, carros de asalto y decenas de soldados, alteró la calma del barrio de Floresta, en el oeste capitalino. Sobre la calle Corro al 100 había una casa “marcada” y que fue literalmente bombardeada.
Ahí estaba María Victoria Walsh, que resistió todo lo que pudo hasta que entendió que no había solución ni escapatoria. Sólo quedaba un camino, algo que tenía planeado junto a su pareja para un caso así: suicidarse. Y eso hizo (eso hicieron) delante de los propios soldados, quienes oyeron cómo antes de pegarse el tiro mortal, la joven mujer les dijo “ustedes no nos matan, nosotros elegimos morir”.
El autor de Operación Masacre escribió una carta en la que decía que “Vicki” eligió el camino “más justo, el más generoso, el más razonado. Su lúcida muerte es una síntesis de su corta, hermosa vida. No vivió para ella, vivió para otros y esos otros son millones”
El 24 de marzo al cumplirse un año de la dictadura, envió su famosa Carta Abierta de un escritor a la Junta Militar a las redacciones de los diarios. Nadie la publicó.
Entre las denuncias manifestadas por Walsh en la Carta abierta se encuentra la siguiente: “Entre mil quinientas y tres mil personas han sido masacradas en secreto después que ustedes prohibieron informar sobre hallazgos de cadáveres que en algunos casos han trascendido, sin embargo, por afectar a otros países, por su magnitud genocida o por el espanto provocado entre sus propias fuerzas. Veinticinco cuerpos mutilados afloraron entre marzo y octubre de 1976 en las costas uruguayas, pequeña parte quizás del cargamento de torturados hasta la muerte en la Escuela de Mecánica de la Armada, fondeados en el Río de la Plata por buques de esa fuerza, incluyendo el chico de 15 años, Floreal Avellaneda, atado de pies y manos, “con lastimaduras en la región anal y fracturas visibles” según su autopsia. Un verdadero cementerio lacustre descubrió en agosto de 1976 un vecino que buceaba en el lago San Roque de Córdoba, acudió a la comisaría donde no le recibieron la denuncia y escribió a los diarios que no la publicaron. Treinta y cuatro cadáveres en Buenos Aires entre el 3 y el 9 de abril de 1976, ocho en San Telmo el 4 de julio, diez en el Río Luján el 9 de octubre, sirven de marco a las masacres del 20 de agosto que apilaron 30 muertos a 15 kilómetros de Campo de Mayo y 17 en Lomas de Zamora.”
El 25 de marzo, entre las 13.30 y las 16.00, Walsh fue secuestrado por un grupo de Tareas de la ESMA, comandado por el oficial de Inteligencia García Velasco. Sobrevivientes de la ESMA le acercaron a su hija Patricia Walsh una versión de lo sucedido. Según esa versión Rodolfo debía ser tackleado por el oficial de Marina y ex rugbier Alfredo Astiz, quien falló en su intento. Esto generó una momentánea confusión que permitió a Rodolfo gatillar el revólver calibre 22 que guardaba en la entrepierna. Así hirió a uno de sus agresores, que quedó rengo. A fines del ’77 ese hombre fue galardonado con una medalla en una ceremonia secreta de la ESMA.
El 25 de marzo de 1977 asesinaron al hombre que decidió para siempre ser «fiel al compromiso de dar testimonios en tiempos difíciles».