En esta primera entrega la autora del artículo nos presenta un panorama histórico de la Región de Aysén- Chile. En lenguaje de divulgación nos invita a conocer los nombres que en el pasado ocuparon el espacio, sus exploradores de relieve y la colonización. Todos componentes sustanciales que explican el por qué la Región se ha transformado en un paraíso del turismo nacional y transnacional.
(Año 2 / Edición Nro. 81 / 10 de Abril de 2016 /Provincia de Santa Cruz)
La XI Región Aysén del General Carlos Ibáñez del Campo, es una de las quince regiones en las cuales se encuentra dividido política y administrativamente Chile. Limita al norte con la Región de Los Lagos, al este con Argentina, al sur con la Región de Magallanes y de la Antártica Chilena y al oeste con el océano Pacífico. Ubicada en la Patagonia chilena, Aysén cuenta con una superficie de 108 494,4 km², convirtiéndola en la tercera más grande del país (tras Magallanes y Antofagasta). Su población aproximada es de 108 328 habitantes, siendo así la región menos poblada del país.
Chile es un país al sur del mundo, la región de Aysén está al sur de Chile, es decir, hablaremos de territorios al sur del sur. Antiguamente, la Patagonia Chilena u occidental, era llamada Trapananda, la cual fue desde siempre fue una región lejana e inhóspita pero atractiva para aventureros. En el año 1927, el presidente de la República de Chile, Don Carlos Ibañez del Campo creó el territorio de Aysén y en 1937 fue convertida en una región más de Chile.
Con relación a los primeros pobladores de estas tierras, sabemos que en la época de las exploraciones de los colonizadores españoles, en los siglos XVI y XVII, se da cuenta de la presencia de diversos pueblos nómades canoeros, entre ellos, se hallaban los chonos y los kawésqar o alacalufes. En el territorio continental, en tanto, destacaban los nómades aónik’enk, conocidos también como tehuelches o patagones. Luego del contacto con los europeos, estos pueblos comenzaron a desaparecer.
Fueron muchos los valientes exploradores que fueron enviados a estas lejanas a tierras, el primero en venir fue Hernando de Magallanes, posteriormente, durante la época colonial, rondaba el rumor de una ciudad con grandes riquezas, con construcciones de oro y piedras preciosas: “La ciudad de los Cesares”, la cual atrajo a varios ambiciosos y osados aventureros. También, algunos pescadores y habitantes de la Isla de Chiloé se adentraron por las costas de Aysén, en las cercanías de las islas de las Guaitecas, donde se establecían temporalmente para la caza de lobos marinos y nutrias, como también para extraer ciprés de las Guaitecas, es así como el pueblo más antiguo de la región, fundado en 1859, surge con el nombre de Melinka.
La publicación del laudo de 1902 dio paso a que el gobierno chileno comenzara a explotar las tierras bajo su dominio. Para ello, el gobierno de Germán Riesco en 1903 entregó en arriendos grandes extensiones de tierras a diversas compañías ganaderas, destacando la Sociedad Industrial de Aysén, que ocupó los valles de Aysén, Simpson y Mañihuales, mientras la AngloChilean_Pastoral_fue concesionaria de más de 500 000 hectáreas alrededor del valle del río Cisnes aunque con éxito menor. Más al sur, la Sociedad Explotadora del Baker tuvo concesiones de más de 800 000 hectáreas, pero la dificultad del terreno y la lejanía a centros poblados provocaría su fracaso y la muerte de más de 50 trabajadores durante el invierno de 1906.
La población de Aysén fue iniciada por colonos chilotes principalmente. Hacia 1880 se instaló el primer asentamiento en el territorio continental, correspondiente a unas viviendas para los trabajadores de un aserradero de ciprés en el fiordo de Aysén, seguido de una fallida colonización en 1884 en Los Leones. Recién en 1920 se instala una nueva aldea de leñadores en la costa, Tortel.
Un flujo importante de colonos estuvo constituido por chilenos provenientes de Argentina, que se instalaron en algunos valles y en el entorno del lago Buenos Aires, enfrentándose con los intereses de las grandes ganaderas. El conflicto escaló y desencadenó en 1917 un enfrentamiento abierto, conocido como Guerra de Chile Chico, cuando el gobierno arrendó a un estanciero sueco terrenos habitados por colonos y luego intentó expulsarlos.
La resistencia de los colonos y el impacto en la sociedad chilena provocó la reducción de los privilegios de los grandes estancieros, que se quedaron en los sectores orientales de la región, y el Estado decidió apoyar a la pequeña propiedad. El empuje colonizador, sin embargo, provocó un importante daño a la región debido a la quema de grandes extensiones de bosque nativo con el objetivo de volver apto el suelo para el ganado, destruyendo el ecosistema y acelerando la erosión de los suelos, daños que se pueden observar hasta la fecha, es así como actualmente, el paisaje da cuenta de una colonización, que buscando doblegar la indómita naturaleza, arrasó con tesoros del fin del mundo.
En 1924, se funda Puerto Aysén (primera capital regional) y en 1929, se funda Baquedano, actual Coyhaique, la cual pasa a ser capital regional recién en 1974. A esta mixtura de orígenes de los habitantes de la región de Aysén, se le sumaron colonos alemanes que se asentaron en Puyuhuapi (fundada en 195).
Esta pincelada histórica, nos permite dar cuenta de lo heterogéneo de la colonización y también de lo tardía de ésta, la región de Aysén se constituye como una región relativamente nueva. Como se mencionaba anteriormente, viajar al sur del sur es cosa de aventureros, actualmente, el principal eje carretero de la región de Aysén, es la Carretera Austral; la cual comienza en Puerto Montt y termina en Villa O¨Higgins, con más de 1200 kilómetros a recorrer, se ha constituido como una de las rutas más atractivas del mundo para visitar, esto debido a que cada kilómetro recorrido ofrece una inmensidad de paisajes, adornados con bosques nativos, glaciares de hielos milenarios, cascadas, ríos que recorren imponentes el territorio, flora y fauna rica en diversidad, aquí hablamos de naturaleza sin domesticar, naturaleza que se impone por su majestuosidad. Cada año, llegan miles y miles de personas de todo el mundo, para poder apreciar y disfrutar de uno de los rincones del mundo donde aún podemos disfrutar la naturaleza en plenitud.
Por Katherina Caballero. Para Observador Central